El inicio de toda misión, de toda tarea evangelizadora, debe comenzar volviendo al primer amor.

Parece que fue ayer cuando llegué a España, cuando me esperaba en el aeropuerto los compañeros Vagner Apolinário y Adolfo para acogerme, para darme la bienvenida. Todo era muy diferente de mi país, de mi barrio. Las personas eran completamente otras. Fue ahí, en este momento, cuando me di cuenta que había cruzado el Atlántico hacia una tierra completamente desconocida. En el coche, las primeras preguntas, las preocupaciones, el intento y ganas de hablar correctamente algunos términos del castellano, qué equipo iba apoyar viviendo en España. Era el 17 de febrero de 2012, una mañana fría de invierno.

Llegando a la casa de formación, la comunidad estaba reunida alrededor de la mesa, me esperaba; comí mi primera paella. Nada mejor para recibir y acoger en este ambiente de fraternidad a un hermano brasileño en tierras españolas. La comunidad de formación fue mi primera casa, cuna de aprendizaje del castellano, que, aparentemente, parece fácil por su similitud con el portugués brasileño. Pero no quise fiarme de la cercanía de los dos idiomas, me puse a prueba. Dejé mi idioma muy bien guardado en una cajita, lo sacaba cuando la nostalgia de la familia venía a visitarme.

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Desde la casa de formación me iba a la academia Madrid Plus para aprender el idioma. Estudié durante 5 meses. Fueron días muy bien aprovechados, juntamente con los incansables amigos y compañeros Vicente y Kiangala. En este período, las exigencias nos parecían demasiado fuertes, pero han dado sus frutos: cariño por la lengua, preocupación por hablar bien, amistades, entretenimiento y dinamismo. Una mezcla perfecta para aprender bien un nuevo idioma. Contamos con la comprensión, cariño y apoyo de los profesores, con la dedicación y preocupación por nuestro bienestar y aprendizaje del amigo Atilano Rodríguez, rector de la comunidad. La extensión de la academia era la comunidad, las actividades, los momentos de convivencias. Es una comunidad abierta y multicultural y creo que es la puerta de entrada para el buen desarrollo del proceso de inculturación. El idioma se debe aprender bien para hacerse comprender y así poder expresar lo que realmente se está pensando.

El  tiempo de estudios del idioma pasó. En seguida, fui enviado a la parroquia Virgen del Alba. Me tocó vivir y compartir con toda alegría y fraternidad con los compañeros Gervasio (España), Chava (México) y Junar (Indonesia) y en la Asociación Alba, trabajando directamente con nuestros hermanos inmigrantes. Las dos experiencias  se dieron en Alcorcón como plataforma para desarrollar mi experiencia pastoral como OTP/PFT. Viví allí durante un año. Metido en esta realidad pastoral, considero que ha sido un tiempo de aprendizaje constante.  En la parroquia, estaba comprometido con la catequesis de niños, cáritas (programa de atención a personas necesitadas que viven en estado de pobreza, desempleados que viven en la calle o marginados de la sociedad) con el coro animando en las misas a través de la música, con el grupo de limpieza y con los pocos “jóvenes” que hay desarrollando diversas actividades con los adolescentes en campamentos. Por cuestiones prácticas, es casi imposible relatar todas las experiencias que he tenido en esta breve memoria.

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En la Asociación Alba, como he dicho anteriormente, estuve en contacto con los inmigrantes, sintiendo en la propia piel, como inmigrante,  las verdaderas necesidades de estas personas que dejan sus patrias con la esperanza de días mejores, que sueñan con un trabajo digno y legal en otro país, presentándonos sus angustias, dolores, etc… Se fían de nosotros, abriendo las puertas de sus vidas y dramas familiares.

Como dice la canción de Mercedes Sosa, “el tiempo pasa… y vamos viviendo las horas que van pasando”. Así me ocurrió, de Alcorcón a Sevilla; otro cambio, nuevos desafíos, nueva gente, nueva realidad pastoral; lástima que ha sido poco tiempo. No obstante, nunca es tarde para aprender algo nuevo con el contacto con las personas, con los niños y con los mayores. Los cambios no son extraños, nos ayudan a cambiar nuestras formas de pensar la realidad, de pensar la misión y la necesidad de anunciar siempre la alegría de ser un misionero. Gracias Manu, Marcel y el incansable Ramón por vuestra acogida y enseñanzas.

Fueron  trabajos distintos, exigentes a nivel personal, comprometidos. Sin embargo, creo que el más importante ha sido participar  activamente en la vida de estas personas que se acercan a nosotros como misioneros. Busqué dar el máximo de mí. Fue un periodo de alegrías, amistades, frustraciones, errores, celebraciones y acogidas. Fueron días y experiencias muy importantes para mi vida personal, vocacional y humana, experiencias estas que aumentaron mi deseo de vivir y testimoniar la alegría de la misión al renovar mis votos aquí en esta Provincia al lado de mis compañeros y amigos.

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Estoy convencido que la misión consiste en anunciar a Jesucristo, centro y contenido del Reino de Dios, presencia salvadora que es vida, verdad, justicia, paz, amor y alegría para toda la humanidad. La misión, como opción de vida, no es una actividad pastoral más, sino una llamada providencial para sumarnos a la misión que el Padre ha confiado a su Hijo Jesucristo y Él a su Iglesia.

Agradezco, en primer lugar, a Dios por concederme vida, salud y alegría para realizar esta inolvidable experiencia; también a toda la Provincia/SVD España por el cariño, acogida, confianza y trabajo; en fin, a todos los amigos y compañeros que me ayudaron en este proceso de formación: a ti, Carlos Irisarri, por la amabilidad y la paciencia en las correcciones de mis textos. Termino cantando la sentida despedida “adiós con el corazón, que con el alma no puedo, al despedirme de ti…” ¡Nos veremos en el mundial!

Weder, SVD.

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