Cual Francisco de Javier, Jasso-Azpilicueta,

Francisco Javier de Beriain, Donazar-Aguire,

seducido por el Señor, y dejándose seducir,

¡qué fácil le fue, ir tras de quien le llamó!.

            A su voz, sus oídos abrió.

                       A su mirada, su mirada le devolvió.

                       A su luz, en su rostro la estampó.

                       A su amor, en su corazón lo guardó.

                       A su invitación, con su total disposición lo aceptó.

                       A su sacerdocio, con todo su ser lo abrazó.

Francisco Javier de Beriain:

Cristo, tu Sumo Sacerdote, en el altar de la cruz consumado,

premie tu sacerdocio sembrado, ¡50 años ha!,  con sus sabrosos frutos cosechados. Desde siempre, en el seno materno, Dios Padre lo cultivaba,

con su Hijo y su Espíritu, dejaba caer en ti la semilla misionera, con segmentos fértiles de su cruz, germinaba,  crecía,  granaba , y ya madurada,  lo enhebraba con fuego en su llaga sangrante, como divisa a quien le perteneces entero. Seguía tus pasos andados en la arena del lago de Beriain, -réplica al lago de Galilea-, descalzo, arreglando tus redes, te vio a pescador soñar, por tu nombre te llamó, amigo te nombró, su ejemplo, como a Francisco de Javier, tus planes trastocó, con ternura te invitó por otros mares inéditos soñar: coger tus redes, desanclar tu barca, cambiar, al igual que lo hizo Francisco de Javier, el rumbo de tu navegar…, y, al despertar con el  quiquiriquí del gallo albero, tus sueños se borraron, e interpretando la llamada de su mirada, tu vida se alumbró: seré, te dijiste con decidida voz, lo que el Maestro me encargó: ‘pescador de hombres’, remaré mar adentro sin temor a sus aguas bravas, ni a los huracanados vientos, como pescador fiel, cumplidor y curtido marinero, extenderé mis redes con el ‘engaño’ del Verbo en mi encarnado, redentor alimento  para los hambrientos mares de paz, pues, quien guía y conduce mi frágil barquichuela, es mi Señor, Sacerdote Timonero, de valientes remeros’.

                       Francisco Javier de Beriain,

                       el sacerdocio en tu tierra sembrado ,

                       germinado, crecido,  granado y madurado,

                       el  Sumo Sacerdote en su cruz lo abraza,

                       ofrenda por el Reino de tu Señor,

                       en los extensos mares que él te designó.

            De corazón,

tu comunidad y tus cohermanos de la Congregación,

  te dan su más sentida felicitación.

Simón Inza

Misionero del Verbo Divino

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