«Momento especial de agradecimiento al Señor y a muchísima gente»: 50 años de vida religiosa.
Entrevista al Padre Lorenzo Goyeneche (primera parte).
¿Qué sentido le das a esta celebración de bodas de oro ycómo la has vivido?
Lorenzo:Para mí, estas bodas de oro en la vida religiosa, son un momento especial de agradecimiento al Señor y a muchísima gente (formadores, compañeros religiosos-misioneros, multitud de rostros con nombre y apellido) por lo que ha sido y sigue siendo mi consagración religiosa en la Congregación misionera del Verbo Divino, para vivir con alegría e intensidad las cosas del Reino, intentando ser un hermano con los hermanos, un testigo del Señor. Las estoy viviendo con sencillez, profunda alegría y con perspectiva de fidelidad y entrega confiada. Es también excelente oportunidad para profundizar y gozar más “el ser que el hacer”, en este momento de jubilación activa. Él, me cobija y acompaña, siempre me envía a los demás.
Lo qué te ha sostenido durante todos estos 50 años
Lorenzo: El Señor que me llamó muy joven a su seguimiento y no me ha abandonado nunca. He sido consciente siempre de eso y en cada circunstancia. Y, a pesar de mis limitaciones y flaquezas, me ha permitido ser consecuente en mi respuesta positiva y entre muchas personas diferentes a las que he amado como hermanos. Cuando miro hacia atrás, me admiro de cómo el Señor me ha guiado en mis caminos que no había trazado yo, que se han ido entrecruzando a través de mi vida religiosa-misionera, donde también mis hermanos misioneros del Verbo Divino me han ido guiando, también solicitándome servicios varios.
Algunos recuerdos que guardas con más cariño de esta etapa de vida.
Lorenzo:No sabría por dónde empezar y cómo concluir. Si miro hacia atrás, me veo con agradecimiento a mi propia familia, a mi formación inicial, en la relación alegre y satisfactoria con los compañeros del Verbo Divino, con las Comunidades donde he vivido… Los votos perpetuos, la ordenación sacerdotal, el primer destino misionero a Argentina, me han configurado y marcado profundamente para asumir, vivir y anunciar el Evangelio, para entregarme a las cosas del Reino. Mi primera experiencia misionera en Argentina fue una auténtica escuela de cómo ser misionero, y eso lo aprendí de gentes humildes, sencillas y muy hospitalarias. También me ha marcado la entrega de tantas gentes sencillas, pobres en lo material pero muy ricas de espíritu, como la de una catequista, Ángela, entregada, alegre y servicial que me llevó en coche con sus dos hermanos a la parroquia central donde residía, después de una jornada de primeras comuniones y varios bautismos en la zona de Panambí y a su vuelta a la familia falleció en un accidente de coche.
¿Cuáles han sido tus descubrimientos más importantes a lo largo del camino?
Lorenzo:Ya los he señalado en la respuesta anterior. He sentido cómo el Espíritu del Señor me ha ido trazando caminos, así como mi Congregación, en el servicio a la Iglesia. Los caminos del Señor siempre nos llevan al encuentro con los demás, en un descubrimiento gozoso de sentirlos hermanos. Mi formación filosófica y teológica coincidió con el gran acontecimiento del Concilio Vaticano II, donde el Papa Bueno, Juan XXIII, invitaba a la Iglesia, al mundo, a abrir las puertas, ventanas y dejar entrar el oxígeno, el Espíritu de Dios. Eso ha marcado fuertemente mi vida cristiana y misionera. No quisiera cerrar las ventanas y puertas al Espíritu y tampoco lo deseo para la Iglesia. Sería fatal esa actitud que nos tienta y acecha, incluso desde algunas instancias jerárquicas de la Iglesia.
Si vuelves la mirada hacia atrás, ¿qué os lo que te empujó en esta vida religiosa y misionera del Verbo Divino?
Lorenzo: Ya lo he ido insinuando. Pero para ser más explícito debo indicar a “varias mediaciones” que me han hecho entender y asumir dicha consagración a las cosas del Reino. Mi propia familia con una formación sencilla pero auténtica. Aquí puedo hacer esta confidencia. Unos días antes de morir de un cáncer de hígado, mi madre Vicenta me llamó y me abrió las claves de esta mediación: “hijo, he pedido al Corazón de Jesús tres cosas fundamentales y todas me las ha concedido: no morir antes de tener criados a los hijos (mi hermano más joven tenía 28 años y yo 30, misionero en Argentina y de viaje para acompañar a mi madre en es cáncer terminal), no cometer un pecado mortal y tener un hijo sacerdote (“esto se lo pedí al Señor desde que me casé, me dijo con sencillez”). Por primera vez me lo dijo mi madre en ese momento y cuando ya había hecho los votos, había sido ordenado sacerdote y estaba como misionero en Argentina . Me admiró y agradecí ese respeto impresionante, delicado, de mi madre a mis decisiones , para que fuera totalmente libre en eso de la vocación y consagración. También debo mencionar al sacerdote que estaba de párroco en mi pueblo, Izalzu (Navarra) . Cuando se enteró que quería ser religioso-misionero me orientó sin titubear a los misioneros del Verbo Divino en Estella. Yo no había conocido ningún miembro del Verbo Divino hasta ingresar en Estella, pues todo el proceso lo había llevado el sacerdote conmigo y por carta con el Equipo Vocacional. Incluso me dio clases especiales durante más de un mes para que fuera bien preparado. Otra mediación estupenda debo centrarla en los formadores del Verbo Divino, y en mis propios compañeros de formación.