Ya que este fin de semana un grupo de matrimonios que tenía programado venir de Zamora a esta Casa de Espiritualidad para seguir profundizando en la lectura creyente de la Biblia no pudo venir, aprovecho la circunstancia para exponer en esta página lo que ellos vienen practicando desde hace algunos años en pareja y en grupo: la Lectio Divina.

La Lectio Divina es una lectura individual o comunitaria de un pasaje más o menos largo de la Escritura, acogida como Palabra de Dios, y que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en meditación, oración y contemplación.

Para explicar la Lectio Divina yo me he valido muchas veces de esa pintura que Calos Mesters ideó para hacérselo comprender a sus grupos bíblicos de Brasil.

 

 

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Hay cuatro momentos importantísimos en este diálogo con Dios:

1. LECTURA: ¿qué dice el texto? ¿Qué dice Dios?

2. MEDITACIÓN: ¿qué me dice a mí?

3. ORACIÓN: ¿qué me hace decirle a Dios?

4. CONTEMPLACIÓN: ver la vida con la mirada de Dios.

Cada uno de estos puntos por los que nos lleva la Lectio Divina tiene su preparación, su tiempo y  su recorrido. Es verdad que Dios anda entre los pucheros y por las teclas de los ordenadores; pero si quieres escucharle con atención, debes pararte, buscar un lugar y un tiempo oportuno, hacer silencio interior y exterior e invocar al Espíritu Santo (1).

Conseguido eso, abre la Biblia y comienza una lectura lenta y atenta del texto que has seleccionado para rezarlo (2). Fíjate bien en qué dice, quiénes son los personajes, cuál es el contexto (3).

Detente en las palabras de cada frase (4).

Una vez escuchado el texto, pasa a rumiarlo para actualizarlo (5):

-¿qué te quiere decir a ti ahora esa frase, ese profeta, ese milagro? Es el momento descubrir el verdadero sentido y dejarte iluminar por la luz de la Palabra. Se escribió para ti. ¿Recuerdas algún otro texto relacionado con éste? (6).

Puede que este segundo momento te lleve a otras páginas o a otros relatos que conoces de la Biblia; saborea bien todo lo que descubras e identifícate con lo que vas descubriendo.

Aún no has terminado el recorrido que propone la Lectio Divina; no deberías minusvalorar los otros dos momentos importantísimos que faltan: la oración y la contemplación.

Cuando te parezca oportuno, comienza a responder a Dios (7).

Eso es orar. A lo que Él te ha dicho con su Palabra, respóndele tú con la tuya: en clave de súplica, de alabanza, de agradecimiento, de compromiso (8)… ¡Mójate! (9).

La contemplación no creas que es salir de ese rato de oración volando por los aires, o pasando los semáforos en rojo sin enterarse. La contemplación, como culmen de la Lectio Divina, es la experiencia de conocer a Dios, de hablar con Él, de sentirse apoyado por Él. Contemplación no es evasión sino visión más real del mundo en que estoy viviendo (10).

 

Así explicó un monje del siglo XII cómo hacía él y su comunidad la oración de cada día. Y así lo venimos haciendo hoy muchos otros cristianos, aunque no estemos en los monasterios. Van surgiendo grupos, como el de Zamora, que han cambiado las cuentas del rosario por las páginas de la Biblia. ¡Y la oración les vale!

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