En este mes, en el que he guardado un respetuoso silencio en estas páginas, he captado un rumor sobre lo que escribo.
Hoy quiero compartirlo con vosotros. Es sobre la ignorancia y la pereza.
Yo ignoraba que podía haber algún lector de esta página wep que no supiera buscar en la Biblia las citas que anoto sobre el tema del que escribo.
Algo mejor comprendo (porque me arrastra también a mí con frecuencia) la pereza de buscar de inmediato esas citas y leerlas. Sobre esto, mejor me callo…
A esa media docena (porque no serán más) que ignoran lo que significa, por ejemplo: Lc 4,21-30 les digo que en todas las Biblias, al principio o al final, encontrarán la lista de los 74 libros que hay en ella con el nombre completo y la abreviatura.
El ejemplo que he puesto es del evangelio que se leerá el próximo domingo (4º del tiempo ordinario): Lucas capítulo 4, versículos 21 al 30; que abreviado se escribe: Lc 4,21-30.
Los autores que escribieron esos 74 libros no los dividieron en capítulos y en versículos como los tenemos hoy. Esos detalles tan prácticos se hicieron mucho más tarde.
La división en capítulos se hizo en el siglo XIII (la hizo el obispo inglés Esteban Langton en el año 1226) y los versículos se pusieron en el siglo XVI (concretamente en el año 1551). Fue una edición francesa, que ponía conjuntamente el texto griego, el latín y el francés. Dicen que esa editorial fue la primera que usó los capítulos y versículos que ahora conocemos. Lutero, tan buen conocedor de la Biblia, sólo conocía la división en capítulos de una Biblia inglesa del siglo XIII y así la usó.
Las Biblias primeras venían con todas las letras en mayúscula y sin signos de puntuación. Interpretar y estudiar la Biblia no es cosa fácil, pero sí importante. En todo caso, su mensaje fundamental sí es fácil de captar, y con la práctica, hasta los detalles resultan accesibles; sobre todo si la lectura y la reflexión se hace en pequeños grupos.