Desde el pasado año, los estudiantes de la casa de formación dedican una parte de sus vacaciones de verano al trabajo social en algunos centros de acogida y de atención médica. Este verano, los seis estudiantes de teología han estado tres en el centro de acogida de Basida (donde estuvieron ya el año pasado) y los otros tres en el centro San Juan de Dios de Ciempozuelos. Todos han vuelto contentos de la experiencia tan enriquecedora que han tenido en esos dos centros. Lawrence Muthee y Allancastro comparten con nosotros sus experiencias.

 Allancastro:

Durante tres semanas Kiangala, Vicente y un servidor hemos estado de voluntarios en el centro San Juan de Dios de Ciempozuelos. Es un hospital psiquiátrico, fundado en 1876 por San Benito Menni, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Está ubicado en Ciempozuelos, un pueblo en las afueras de Madrid. Desde su fundación, el centro se dedica a la atención psiquiátrica integral, con el objetivo de ofrecer una mejor calidad de vida a los enfermos portadores de alguna discapacidad mental. La experiencia en ese centro me ha ayudado a conocer de cerca y tocar la realidad tan difícil de esos enfermos, quienes, muchas veces, quedan excluidos de la sociedad por su situación.

En estos días hemos podido compartir la vida y la misión junto a los Hermanos de San Juan de Dios que viven en esta comunidad y hemos trabajado directamente en el sector de cuidados somáticos, ayudando tanto en casos de psicogeriatría como de salud mental.

Las palabras del Papa Francisco, que nos invitan a mirar a los ojos de la persona, los pobres, los enfermos, etc. y coger sus manos, tocar la carne de Cristo, han sonado como un pregón para nosotros. Cada mañana, mirábamos a los ojos de aquellas personas, que por las vicisitudes de la vida o por su situación de enfermos, lo pasan mal. Les saludábamos, les hablábamos, les ofrecíamos nuestro cariño.

El centro cuenta con un equipo de personal cualificado que atiende a los enfermos. Nuestro trabajo ha consistido, básicamente, en dar la comida a los enfermos y estar con ellos. Han sido, cada día, muchas horas de conversación con los enfermos. Son personas que se sienten valoradas, cuando uno dedica su tiempo para hablarles y escucharles; basta con contemplar la mirada de agradecimiento que nos dedicaban tras la comida o la conversación.

Además de nuestro trabajo en el centro, participamos activamente en la vida comunitaria de la comunidad de los hermanos: oración comunitaria, misa, el rosario y comidas. Ha sido un tiempo corto, pero enriquecedor. Hemos vuelto llenos de buenos recuerdos y, sobre todo, llenos de experiencias.

Lawrence: LA VUELTA A BASIDA

Lorenzo

La Casa de Acogida BASIDA ARANJUEZ es un centro de Acogida para la atención de personas con VIH/sida, otras enfermedades crónicas o terminales y drogodependientes. Hablo de “la vuelta a Basida” porque es mi segunda experiencia en ese centro en dos veranos consecutivos.

Este año, me ha tocado básicamente el trabajo de la cocina. Han sido cinco horas diarias en la cocina, cocinando, preparando aperitivos, fregando, etc. Es un trabajo un poco duro, pero todo se hace dentro de un ambiente de gran colaboración y en equipo. Todos con la ilusión de dar el mejor servicio que podemos para la salud de nuestras hermanas y hermanos enfermos. Pasamos momentos agradables e intentamos hacer cada día algo diferente.

En Basida, he conocido muchas caras, personas de diversos rincones del mundo, la mayoría de ellas jóvenes. Son personas de distintas religiones y creencias, de distintas culturas y edades. Todos nos encontramos en ese centro por una causa: ayudar a ese colectivo marginalizado de la sociedad. Me sorprende siempre la sintonía que existe entre los voluntarios, a pesar de nuestras diferencias. Hacemos todo con amor por nuestros hermanos y hermanas enfermos en ese centro. A través de nuestro trabajo de cada día, les ofrecemos nuestro cariño.

Los momentos de oración diaria con la comunidad de Basida me llaman siempre la atención. Existe un grupo de laicos que vive su vocación cristiana al servicio de los pobres y marginados desde la oración. Ésta acompaña su trabajo diario. Se reúnen tres veces en la capilla para rezar juntos. A mí, simplemente me interpelan su vida de oración y su entrega hacia los enfermos. Estas experiencias me forman como persona y me hacen crecer en mi vocación como religioso y misionero. Me siento afortunado por pasar ese tiempo junto a mis compañeros Cyriaque y Matthieu y los demás voluntarios llegados de muchas partes del mundo. Una vez más, para mí ha sido una experiencia inolvidable.

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