Venimos de la misa de Pascua en la parroquia San Miguel de los Santos, la de las 10:30. Venimos de la Biblioteca Pública Manuel Alvar. Venimos leyendo a Hans Küng desde la página 195 de la foto en el bus 43 que para en calle Santa Hortensia mientras mi acompañante lee páginas del tomazo Ser cristiano, del mismo autor, y hay una justificación: Hans Küng ha cumplido hace escasos días sus 90 abriles. Subimos hasta el kiosko de Rocío para, con tarjeta, hacernos con El País y El País Semanal. Y ya estamos en casa colmando nuestra hambre… de palabras… pascuales. Porque es Domingo de Pascua.
La ‘suerte’ nos lleva a estas líneas de Juan José Millás: (escribiendo él de móviles) «Personalmente tengo dicho que lo metan en mi ataúd, por si la llamada se retrasa. Mientras llega, nos entretenemos con el resto de sus prestaciones, que solo se han inventado para aliviar la espera» (esto es escribir). La misma suerte topa con el Epílogo del libro El principio de… que lleva este título: EL FINAL DE TODAS LAS COSAS.
No nos digan que esto no es Pascua, y además soleada hasta el punto que, en momentos, el sol nos impide a ambos ver con claridad nuestras pantallas de ordenadores de mesa. Qué dicha. Y qué gran dicha creer en la Resurrección.