6 de febrero, 2017 –  en Parroquia del Verbo Divino, Leganés

Misioneros del Verbo Divino de Leganés, Alcorcón y Madrid se reunieron para hablar sobre los maneras y medios de establecer, mantener y vivir una parroquia misionera.

La reunión empezó con una oración dirigida por Atilano Rodríguez, coordinador del Equipo de reflexión de la Unidad Pastoral. Para guiar al grupo en sus reflexiones, se utilizan dos fuentes: El «Perfil de la Parroquia SVD» del Generalato, y las reflexiones pastorales de Jesús Campos – Santiago, biblista y párroco de San Lorenzo en Zamora.

Como un resumen de lo que se ha hablado, el grupo es uno en afirmar que en la presentación de las fuentes se nos invita a ofrecer nuestro carisma, nuestras dimensiones y nuestra espiritualidad con creatividad y siempre con apertura a la gente; que haya una evolución hacia una parroquia misionera, sabiendo que cada parroquia es distinta en sus enfoques y actividades, dependiendo del contexto, de la gente… De nosotros, se nos dice que lo que hagamos, lo hagamos con entusiasmo y tomando conciencia del potencial que tienen los laicos.

 

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Perfil de la parroquia misionera

0 PRESENTACIÓN

En la presentación del libro se nos invita a ofrecer nuestro carisma, nuestras dimensiones y nuestra espiritualidad con creatividad y siempre con apertura a la gente; que haya una evolución hacia una parroquia misionera, sabiendo que cada parroquia es distinta en sus enfoques y actividades, dependiendo del contexto, de la gente… De nosotros, se nos dice que lo que hagamos, lo hagamos con entusiasmo y tomando conciencia del potencial que tienen los laicos.

PERFIL DE LA PARROQUIA SVD

Cuando una diócesis confía una parroquia al Verbo Divino, tenemos que ofrecer liderazgo pastoral y espiritual con un verdadero espíritu de servicio. Las parroquias son confiadas a la Congregación, no a cohermanos particulares, y la comunidad del Verbo Divino debe trabajar junto con los laicos en las actividades parroquiales. Los coordinadores de las dimensiones deben estar en contacto las parroquias para elaborar un plan de acción en función del contexto local.

1 DIÁLOGO PROFÉTICO: Las parroquias son o deben ser centros de diálogo con la gente, siempre fomentando la actitud de la ESCUCHA. Escuchar a las personas y a los diferentes grupos.
2 LOS CUATRO INTERLOCUTORES DEL DIÁLOGO: Pueden variar en cada contexto. Cada parroquia vea a qué grupo debe orientar sus esfuerzos y confeccionar un pequeño plan de acción con ellos. Según el contexto y la necesidad elegir entre los ausentes de la vida de fe, de de la vida de la Iglesia, los pobres y marginados, los de otras culturas, etc
3 DIMENSIONES CARACTERÍSTICAS: No se excluyen entre sí sino que deben impregnar nuestra vida y trabajo, son el sello de cada uno de los ministerios SVD. Todas deben ser incorporadas en las diferentes expresiones y actividades de la parroquia
a) BIBLIA: El testimonio de nuestra vida es la primera e insustituible forma de misión. El ministerio de la Palabra debe ocupar un lugar preferente. El ministerio parroquial tiene la función irremplazable de la predicación y el testimonio. Organizar diversas iniciativas tales como formación o potenciación de grupos bíblicos de formación y reflexión, semana bíblica…
b) MISIÓN: Promover la participación activa de los laicos inculcando en ellos la conciencia de la misión ad gentes e inter gentes. Fomentar grupos de animación misionera y jornadas misioneras.
c) JUSTICIA Y PAZ E INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN. No es asunto de especialistas sino de todos los cristianos en la parroquia. Invitar siempre a participar de asuntos de Justicia y Paz. Elaborar planes de acción en esta dimensión. Un buen recurso sería el estudio de la encíclica Laudato Si
d) COMUNICACIÓN como actitud básica. Comunicar bien, llegar a las personas, con lenguaje claro, sencillo, pero también con profundidad.
4 INTERCULTURALIDAD: Comunidad svd y parroquial intercultural con la actitud no sólo de tolerancia, sino de aceptación y respeto por lo diferente. Promover actividades misioneras interculturales.
5. Elaboración de un Proyecto misionero y un plan de acción. (Nosotros ya lo hicimos a nivel provincial hace 7 años. ¿Tiene aún vigencia?)
6. Espiritualidad y liturgia creativas: Arraigadas en la Palabra de Dios. En las celebraciones deben estar presentes las preocupaciones locales y globales. Se insiste que debe ser norma en cada parroquia la organización de retiro anual y momentos de oración.
7. Formación: los que están en período de formación deben estar en algún momento en las parroquias. Es esencial la formación de los laicos
8. Finanzas y administración: Solidaridad financiera, transparencia y rendición de cuentas. Debe haber consejo económico,
9. Colaboración con los laicos: Consejo Pastoral en cada parroquia
10. Espiritualidad de Arnoldo: Celebrar las fiestas de Arnoldo y José y las fiestas principales de la Congregación.
11. Algunas normas prácticas
12 Desarrollar la parroquia misionera: Pasar de una postura de mantenimiento a una postura de misión. La acción parroquial abierta al vecindario, no sólo a los católicos.

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PENSAR EN UNA PARROQUIA MISIONERA

Reflexiones pastorales y domésticas de un cura párroco desde su experiencia ministerial

Jesús Campos-Santiago  –  Parroquia de San Lorenzo, Zamora

La razón de ser de una comunidad cristiana organizada como una parroquia no es otra que la misión. De aquí nacen el resto de sus elementos que la caracterizan como una célula viva en el anuncio y vivencia del Evangelio. El ser “misionera” no es un aditivo más a su entidad eclesial, es el principio vital de la acción evangelizadora y pastoral. La clave misionera hace que la pastoral ordinaria de una Parroquia se mantenga siempre activa en el entorno humano y social en el que está situada (encarnación). Del mismo modo mantiene viva la comunidad humana a la que sirve (diaconía) y abierta al amplio mundo y complejo mundo que nos engloba (koinonía).

La Parroquia es misionera no sólo cuando sostiene un proyecto de desarrollo en tierras lejanas y desfavorecidas. La Parroquia es misionera no sólo cuando de ella surgen hombres y mujeres entregados en  lugares remotos a la noble causa del trabajo por la dignidad de la vida y la dignificación de la existencia humana desde los valores del Reino. La Parroquia es misionera cuando en todas sus acciones descubre que es enviada a anunciar, a sanar, a dar de comer, a esperar, a creer, a crecer…

Una Parroquia es misionera cuando:

  • Descubre que en su tarea no tienen que auto-convencerse ni recordarse antes de nada de su principio frontal: la misión.
  • Cuando la realidad jurídica y canónica no es lo que prima, aunque sustente y organice su labor.
  • Cuando se aspira a superar día a día la secular herencia de cristiandad, de lo de “siempre” y tiende hacia lo nuevo, lo que Dios nos pide hoy, aquí y ahora a nosotros.
  • Cuando la creatividad es característica en su hacer y se la conoce como “aquella parroquia en la que….” Saliendo del anodino anonimato de la generalidad, de lo que todos hacen.
  • Cuando es conocida y reconocida dentro de la propia Iglesia por su tarea, no por su excentricidad u oportunismo y es señalada porque sus valores dejan al descubierto lo que debiéramos estar haciendo todos y puede que nos atrevamos.
  • Cuando su fidelidad es al Evangelio y a la Iglesia, como Pueblo de Dios, esto es, los humildes.
  • Cuando no se vive de recuerdos, sino de anhelos y se valoran los pequeños pasos de cada día, aquellos que nos hacen soltar lastre y ascender.
  • Cuando el valor primero y fundamental es la acogida, la escucha, sin prejuicios morales o valoraciones doctrinales que impidan o limiten la vivencia de la fe eclesial a quienes se acercan (alejados, separados, divorciados, secularizados, marginados, discriminados por tantas cosas….).
  • Cuando en el servicio sacramental se siente signo, no instrumento que garantice la inercia del funcionamiento de cada año (catequesis, sacramentos….) pensando que con ello ya somos suficientemente Iglesia y cumplimos.
  • Cuando las homilías son lúcida y humildemente compartidas con la asamblea desde la Palabra, no entendiendo ese ministerio como frutoFullSizeRender 12 de la inspiración divina dado sólo al celebrante que en virtud de sus grandes capacidades y cualidades en la oratoria las hace tan bellas y sublimes que, aún reconociendo este valor, no sirven para nada porque nadie las ha entendido y lo peor, no sirven para nada.
  • Cuando este ministerio homilético es profético, prudentemente atrevido y sincero a partir de lo que Dios dice hoy a su Pueblo en la Palabra proclamada y no espacio para la fría lectura de cartas pastorales y documentación eclesiástica, aunque ello corresponda al ejercicio del magiste
    rio del Ordinario, del cual se participa en el ministerio. Cuando la predicación sirva para adentrar y profundizar y no para frivolizar acerca de los acontecimientos actuales.
  • Cuando se trabaja en clave de formación, de capacitación evangé
    lica en los ámbitos bíblicos, espirituales, teológicos, pastorales y se pone gran empeño en que los cristianos vivan, interpreten y transformen la realidad a ellos confiada, la suya propia (personal) y la encomendada (laboral).
  • Cuando ante la visita pastoral del Obispo no se presenta todo como un escaparate pulcro e impoluto de logros, aciertos y realidades, si no más bien como logros aún por realizar, pasos aún por dar, retos descubiertos.
  • Cuando el Obispo al acudir a ella, celebra con cercanía y familiaridad y siente vibrar su interior prometiéndose en secreto volver de nuevo en otra ocasión y alimentar así su ministerio de padre y pastor.
  • Cuando se hace por integrar en el dinamismo de la comunidad parroquial los diferentes carismas y ministerios, posibilitando que el clero encuentre el lugar que le corresponde y abandone su omnipresencia que normalmente caracteriza al modelo común de parroquia.
  • Cuando no se habla tanto de caridad cuanto de justici
    a, en el ejercicio de la primera. Una justicia solidaria y comprometida no sólo con la atención primaria, si no con el acompañamiento de las realidades de necesida
    d y su intento de superación.
  • Cuando los enfermos y ancianos, a pesar de celebrar su fe por TV son cuidados y escuchados (visita) y recordados (oración) y forman parte de la comunidad activa dedicándoles tiempo, haciéndoles partícipes de lo que ocurre y sucede realmente en la parroquia.
  • Cuando no se mira al mundo con desprecio o sospecha, demonizando lo que resulta diferente, si no más bien se ve el mundo como creación de Dios,
    espacio aún por perfeccionar, lugar de su presencia que hay que valorar y transformar.
  • Cuando las familias comprenden la parroquia como otra familia en la que se visibilizan las grandezas y miserias de nuestro ser y se a
    spira a mejorar la relación, el diálogo y el amor con la ayuda de Dios.
  • Cuando además de la infancia, los esfuerzos se tienden hacia los adultos buscando una maduración de la fe que integre la vida en su totalidad.
  • Cuando desde estas categorías se descubre que hay otros, pued
    e que estén muy lejos, que incluso no conozcamos sus rostros, que esperan de nosotros y a los que hemos de ayudar.
  • Cuando en el ejercicio de esa ayuda se descubre que necesitados también somos nosotros y que nos sentimos ayudados también por ellos.
  • Cuando no se tiene que proponer a los niños y jóvenes la vocación sacerdotal o religiosa, porque son ellos los que preguntan y viven con inquietud acerca de esa posibilidad que ven realizada ya en algunas personas de su comunidad.
  • Cuando se sabe que lo definitivo no es la Iglesia, sino el Evangelio y el Reino que hay que buscar constantemente, por ello la parroquia es instrumento en esta peregrinación.
  • Cuando acudir a ella no es una carga, ni algo pesado, ni lo que está mandado, sino que brota del corazón que necesita la presencia de Dios, el encuentro con los hermanos, el consuelo de la Palabra, el sustento de la Euc
    aristía.
  • En definitiva, cuando se vive, celebra y comparte la alegría de sabernos hijos de Dios y que es Él el que renueva cada día su confianza en el hombre y colma su anhelo de felicidad.

 

Si uno descubre en su comunidad algo de esto, está en clave misionera, y debe dar gracias a Dios por hacer brotar en su seno la obra de su Espíritu.

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