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Entrevista con Jesús Andueza (Final)

En pocos meses cumples 75 años y termina tu etapa en Roma, ¿Cuál es el siguiente paso?

Cumpliré, si Dios quiere, 75 el 14 de diciembre. Mi etapa en Roma termina porque tenía que terminar. He estado aquí 16 años y ahora vuelvo a España que, a decir del Provincial, me acoge como buena madre. No podía esperar más para no cargarme con más achaques de los que ya tengo y ser un peso para la Provincia.

Vuelvo cuando todavía me siento en condiciones de echar una mano. Confieso que no me siento capaz de asumir importantes responsabilidades pero estoy dispuesto a ayudar en lo que me sea posible y me consientan mis limitadas capacidades.

Mi deseo, y lo pido a Dios, es estar también cerca de mis familiares ya que la mayor parte de mi vida la viví lejos de ellos. Quiero disfrutar de su compañía por mucho tiempo. Por lo demás estoy en las manos de Dios y del Provincial…

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¿Cuál ha sido tu mayor desafío durante tu estancia en la comunidad del colegio verbo divino en Roma?

Quiero agradecer al P. Heinrich Barlage, entonces Superior General, por haberme invitado a venir a Roma. Me he sentido muy bien.

Ciertamente ha habido dificultades, lo cual es natural en una comunidad tan numerosa y formada por tipos de todos los pelajes. Sin embargo, groso modo, puedo decir que me he encontrado en Roma como el pez en el agua.

Considero muy positivo vivir en la Curia Generalicia de la Congregación por el hecho de que pasan tantos cohermanos y puedes conocer a muchos que de otra forma sería imposible. En estos 16 años han pasado por esta casa más de 100 estudiantes. He vuelto a ver a tantos compañeros de curso que hacía treinta, cuarenta y más años que no los veía. Vivimos aquí personas de unas veinte nacionalidades y cada uno, como es natural, es hijo de su cultura y formación. Tienen que convivir diversas culturas, diversas mentalidades, diversas formaciones, diversas historias personales, etc.

Esto Exige gran apertura hacia el otro, al diferente, algo que no se percibe en todos y entonces surgen los problemas. Hay que hacer un esfuerzo y tener mucha buena voluntad para ir conociendo, entendiendo y aceptando a cada uno y que a la vez te conozcan, entiendan y acepten. No siempre resulta fácil, mejor dicho, resulta difícil por la falta de interés. Entonces uno se cuestiona qué sentido tiene hablar tanto e insistir tanto sobre la inculturación.

La impresión, muchas veces, es que esto de la inculturación vale y es obligatoria para algunos grupos y no para todos por igual. Un ejemplo podría ser el aprendizaje del idioma. Teóricamente el italiano es el idioma de la comunidad, pero prácticamente en momentos comunitarios se escuchan más otros idiomas que el italiano.

¡No se debe generalizar! ¡No todos tienen la misma facilidad para aprender idiomas! ¡Hay ejemplares excepciones! Sin embargo, la mayoría de los que llegan nuevos, al principio manifiestan mucho interés en aprender el idioma, pronto se cansan. Lo justifican diciendo “más tarde el italiano no me servirá para nada, para qué esforzarse, basta para arreglarse en la comunidad”. Los que así opinan, ¿cómo reaccionan cuando llega a su país un misionero, por ejemplo europeo, y justifica su mal aprendizaje del idioma diciendo “me basta para arreglarme con la gente”?

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¿Cuál fue la experiencia más extraordinaria y más hermosa durante todos estos años en Roma?

El hecho mismo de volver a Roma después de 47 años. Muchos recuerdos estaban encerrados en mi inconsciente, pero observando la ciudad desde lo más alto de nuestra terraza, salían al exterior y me daba cuenta de los grandes cambios alrededor de nuestra casa. La estación del tren, la plaza con 5 líneas de autobuses urbanos, muy cerca la estación del metro y numerosos edificios.

Era hermoso volver a “revivir” aquellos lejanos 5 años de noviciado y juniorado. Pero lo que me encantaba era caminar por Roma. Me he recorrido todas las callejuelas, sobre todo por el centro antiguo. ¡A Roma sólo se la puede conocer, entender y amar en contacto directo con ella! Como el niño conoce el amor y la ternura de su madre cuando su cuerpecito siente el calor del cuerpo de la madre. Así es Roma.

¡Qué placer me daba sentarme sobre algún resto de columna en el Coliseo, Foro, Palatino, Circo Máximo, Vía Apia…! Los ojos cerrados y saboreando un cigarrillo, ver cómo bullía la gente en esos lugares ofreciendo los más variados artículos, escuchar el griterío de los espectadores ante la ferocidad de las bestias y el valor de los gladiadores, las carreras de caballos, oír los vítores de la gente a las Legiones que volvían victoriosas, el trotar de los caballos y el rodar de los carros en las piedras desgastadas de la Vía Apia y el triste rechinar de las cadenas de los vencidos hechos esclavos…

Caminar por los vericuetos de Trastevere rumbo a S. Pedro. ¡Oh, San Pedro! No tengo palabras para describir la emoción que me produjo volver a contemplar desde la Via della Conciliazione la imponente basílica de S. Pedro. Los brazos del Bernini que te acogen, la majestuosidad de la fachada de Maderno y el no va más de la cúpula de Miguel Ángel, la mano de Dios que protege la humanidad. San Pedro y tantos lugares de Roma no se pueden explicar, hay que vivirlos. Cuando entro en San Pedro, lo primero es pasar unos minutos frente a la “Pietà” de Miguel Ángel ¡Qué maravilla! Luego en el centro mirando el Baldaquino de Bernini escuchando las trompetas que antaño sonaban a la entrada del Papa.

Al final, sin embargo, también surgía una cierta tristeza al imaginar lo que diría y cómo reaccionaría el Nazareno. Añade a todo esto las otras basílicas y preciosas iglesias, los monumentos, los museos, las plazas, calles, avenidas, villas, catacumbas y tantos otros lugares que me hicieron tan feliz en estos ya casi 16 años que vivo en Roma.

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