Desde Leganés/Madrid, Ange Kufwakuziku habla de su experiencia como voluntario durante la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.

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En nuestra parroquia “Verbo Divino” de Leganés, se nos habían asignado 17 peregrinos provenientes de la India y 9 de los Estados Unidos. Después de preparar con mucha ilusión toda la infraestructura, las duchas, las mochilas, los desayunos etc, nuestros huéspedes no llegaron a nuestra parroquia. Al mismo tiempo, la parroquia tenía a su cargo el Colegio Vázquez Montalbán, que está a dos minutos del templo parroquial. A este último, vinieron 106 franceses, tres chicas alemanas, un muchacho brasileño y una chica de China (residente en los Estados Unidos). Con los dos centros, la parroquia y el colegio, habíamos conseguido 5 voluntarios fijos, 4 laicos y un servidor.

Hemos de reconocer que los 4 días que pasamos con los peregrinos, fueron momentos tensos y gratificantes. Siendo la primera Jornada Mundial de la Juventud en la que he participado, afirmo que la iniciativa es valiosa, a pesar de algunos cuestionamientos en cuento a la organización. Sinceramente, pienso que valía la pena congregar a miles de jóvenes para compartir sus vivencias, sus alegrías y su fe. He visto y vivido con mis propios ojos cuando los franceses hablaban con el brasileño, cuando los franceses, de distintas parroquias, convivían entre ellos, cuando las chicas alemanas compartían sus penas y alegrías con la chica de China después de haber perdido el tren y el metro; todo aquello me llegó al corazón.

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Desde mi punto de vista, la JM ha sido no sólo un encuentro de los jóvenes con el Papa, sino más bien un encuentro de los jóvenes con ellos mismos y con Cristo. A raíz de todo lo que he visto y experimentado, me atrevo a decir que, aunque no se vean los frutos de estas Jornadas de forma inmediata, como lo exige nuestra sociedad y nuestra ansia humana, creo que este encuentro ha servido para algo: remover el corazón de los peregrinos, de los voluntarios, de los madrileños y de los españoles en general. Ojala este trabajo tenso, agotador y fructífero que hemos realizado todos juntos, nos ayude en abrir las puertas de nuestros corazones, de nuestras familias, de nuestras comunidades, de nuestra parroquias como lo hemos hechos en estos días, para que este aire fresco que nos ha traído los jóvenes del mundo entero en esta JMJ nos devuelva la ilusión y la confianza en nosotros mismos y en el Dueño de la Mies, el Señor Jesús.

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