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Hoy he recibido esta carta de un amigo, alemán él, sacerdote y profesor, muy ducho y por lo tanto con años encima. Vive sobrecogido por su entorno, habitado por amigos bastante mayores que él. Impresiona su análisis y resulta admirable su fe, ilusionante. Leedle… Pero permitidme antes que os justifique la fotografía: son libros de nuestra editorial que han llegado esta semana a casa, como primicia; son parte de las novedades de diciembre. Personalmente me he quedado entremezclando pensamientos de unos y otros, incluida la carta navideña.

«Erase una vez…» Así empiezan todos los cuentos que tanto recordamos de cuando éramos niños. Con los años, uno va perdiendo un poco este mundo de sueños pues es la dura realidad la que se está imponiendo como los problemas de todos los dias, tanto en el mundo grande como en el cercano y no importa si es el mundo político, económico, deportivo, social, cultural o el mundo de la religión y, más en concreto, el de la Iglesia.

Si uno da crédito a los sabios de este mundo, entonces estamos presenciando un momento sumamente especial de la historia global. Estamos asistiendo literalmente al fin de UN mundo, no aun al fin DEL mundo.

Para quienes vivimos este fin nos parece muchas veces que el mundo realmente se viene abajo.

Hay algunos que hablan del fin de la cultura agraria, dominante en los últimos l0.000 años. Todas las formas de vivir que conocemos responden a este tipo de cultura. Naturalmente no hay sólo una manera de entender o de configurar tal cultura. Pero esta cultura se está hundiendo, desapareciendo como desapareció el Titanic en su día. Nadie lo creía posible hasta el último momento y así se hundieron todos.

Donde se puede ver muy bien lo que estoy escribiendo es en el mundo religioso. Nosotros que somos mayores y que conocemos otros tiempos más “gloriosos” del mundo cristiano/católico en nuestras tierras de occidente, somos testigos de unos cambios increíbles en cuestión de pocas décadas.

Pues bien, también este mundo religioso -no EL mundo religioso- se está acabando de una vez para siempre y no hay quien pare esta caída estrepitosa por más que se lo intente desesperadamente. En la Iglesia católica lo vemos por las tendencias de dar marcha atrás, recordando los tiempos de las iglesias llenas y queriendo conseguir con tal retroceso en el tiempo la recuperación de glorias perdidas. Son esfuerzos totalmente inútiles. Los religiosos lo estamos viviendo lo mismo. Casi todas las congregaciones están viviendo momentos dramáticos. La nuestra no es ninguna excepción. Esto se acaba.

Todo ello sería motivo suficiente para volverse triste, depresivo y hasta desesperado. Sin embargo hay algo que al menos a mi me está ayudando bastante para no perder las ganas de vivir y de creer. Y esto tiene que ver precisamente con lo que celebramos en Navidad. La Navidad nos da permiso para volver a soñar, a creer en cuentos que nos parecen increíbles pero que son la forma más adecuada para transmitimos la verdad más profunda de la vida y de la historia.

Gracias a la Navidad hay permiso para soñar a pesar de los pesares. Y cuanto más pesan los Pesares, tanto más necesidad tenemos para volver a soñar y a gozar con esta historia increíble que se empezó a contar en aquellos tiempos lejanos.

“Érase una vez…” Conviene volver a soñar como los niños y con los ojos de la fe. Ya veréis, la Navidad vuelve a ser lo que fue en su día.

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