Ya han pasado seis días de mi entrada en Niebla amurallada; y dos de recorrido por la novena de la Virgen del Pino.
El primero de los nueve, el templo se hizo pequeño, pues estaba lleno a rebosar de flores, incienso y devotos. Desde las seis en punto de la tarde se fueron sucediendo las celebraciones: dos bautizos primero; una boda después; y el repique de campanas a continuación, convocando a la novena.
Bien cercano al presbiterio, figuraba la junta de gobierno y dignatarios de la ILUSTRE HERMANDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL PINO Y SANTOS PATRONOS. Delante de ellos estaban sus varas plateadas y en sus pechos la medalla de la Virgen.
Terminado el rezo del rosario entonado por la delegada de las calles asignadas para esta fecha, continuó la celebración eucarística y el rezo final de las tres avemarías elevadas al cielo entre canciones y vivas a la Virgen del Pino.
El día segundo, aún siendo domingo hoy, la asistencia quedó diezmada. Tal vez las doce de medio día no era la hora adecuada. No por eso faltaron autoridades, ni plegarias cantadas y rezadas. Los textos bíblicos del Ap 12,1ss y Lc 1,39ss presentaron la imagen elegida por Dios para nuestra salvación.