Cada pueblo nuestro en estas fechas, que por sí subliman diciembre, aporta su alma: esa pizca personal que nunca envejece, que se mantiene con eficacia sempiterna. Así también Niebla, la de Huelva, la del Sur. Alma creyente, que no crédula, alma con fe, con visión, y que en cada paso de página del almanaque, testifica sus Amores, nobles, diáfanos.
¿El Niño? El nuestro.
De María. De María la nuestra.
De José. Y en él tantos.
¿Ven en el Portalín el puente romano? Ahí está manteniendo todavía la unión de almas y cuerpos todo uno. Y que sea por todos los años.
¿Y el sombrero? Es otra parabolilla, ésta para provocar la sonrisa. ¿Del Niño? ¿La nuestra?
Gracías, amigo Andrés.
JC