El verdadero misterio y la belleza de nuestra fe están en contemplar la manifestación de Dios en la vida de su pueblo. Al encarnarse y experimentar la sencillez y la fragilidad de la existencia humana, Dios pudo darnos el testimonio de un amor incondicional. En Jesús de Nazaret, el hombre ha encontrado una imagen singular del rostro de Dios, imagen de cuya profundidad pudimos aproximarnos en estos días, junto con la comunidad parroquial de Virgen del Alba, en Alcorcón.
Desde la mañana del Jueves Santo hasta los “Aleluyas” de la Vigilia Pascual, nos encontramos como hermanos y hermanas para experimentar de una forma diferente los misterios de la Pasión y de la Resurrección de Cristo. La propuesta nació en el corazón de algunos laicos que deseaban asociar la fuerte experiencia espiritual, a cual nos invita la Semana Santa, con los rasgos esenciales de nuestra espiritualidad verbita. El resultado fueron momentos de mucha libertad en que hemos podido compartir la vida y la misión y compartir también nuestros desafíos comunes como familia.
Los encuentros fueron regados con momentos de oración muy arraigados con una visión de la humanidad de Cristo y de las personas que estaban a su alrededor. Buscamos revivir los sentimientos, los dramas, las alegrías que nacieron en los eventos vividos por la comunidad de Jesús, para que pudiésemos danos cuenta que es posible hacer brotar una fe viva, encarnada y que pueda, sobre todo, reencender la mecha del amor de Dios en este mundo tan frío y vacío de vida. Que esta pequeña semilla pueda ser aquella que nos hará mirar hasta el Resucitado y hará resucitar con Él a nosotros y al mundo. La alegría del Señor es nuestra fuerza y nuestra alegría es la fuerza de Dios en el mundo.
¡Aleluya!
