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Por Alba Montalvo Iniesta y Modesto Munimi, SVD.

El día 12 de agosto de 2012, Zeferino Zeca fue ordenado obispo auxiliar de la archidiócesis de Luanda en Angola. Enhorabuena al nuevo obispo.  Zeferino hizo sus estudios de Teología (en la Universidad de Comillas) y Derecho (en la Complutense de Madrid). Trabajó unos años como capellán de los inmigrantes africanos en la Archidiócesis de Madrid. La frase que mejor define su visión sobre este tema la ha tomado prestada de Martín Luther King y dice así: «O vivimos todos juntos como hermanos, o pereceremos todos juntos como idiotas». Durante su paso por Madrid, tuvimos la oportunidad de entrevistarle.

–¿Qué recuerdos tiene usted de su primera etapa en España, primero como estudiante y después como sacerdote misionero en la Congregación del Verbo Divino?

Llegué a España en el año 1991. Fue una presencia de proyección porque venía como estudiante de Teología. Cuando llegué, encontré un ambiente extraordinario de estudios, un ambiente serio de oración, unos formadores muy majos. La experiencia me fue tan bien, que continué en la Provincia española. Hice los votos perpetuos el 1 de octubre, en la parroquia Nuestra Señora del Encuentro. Tengo buenos recuerdos de esta parroquia, una comunidad cristiana muy entrañable. Después de los estudios de Teología y la profesión perpetua, me ordené diácono en la parroquia Virgen del Alba, de Alcorcón. Ahí tuve también la experiencia pastoral. A continuación, vino la ordenación sacerdotal, en el año 1995, en mi país, Angola. Como había recibido el primer destino a España, empecé a trabajar con los inmigrantes africanos.
–¿Cómo fue su experiencia como capellán de los inmigrantes africanos en Madrid?
Fue una experiencia difícil ya que fueron años en los que había un gran flujo de inmigrantes. Gracias a Dios, pude encontrar apoyo, tanto en la Congregación como en la Archidiócesis. Desde la Delegación Diocesana, se pensaba realizar una pastoral que integrara a los inmigrantes, que no fuera algo marginal para marginados. La experiencia fue muy llevadera y aprendí muchísimo.
–¿Qué papel tiene el inmigrante aquí en España? ¿Qué actitud deberían tener los españoles con los que vienen de fuera, sobre todo ahora en este momento de crisis?
Yo siempre he partido del principio de que todos somos inmigrantes en el planeta tierra. Todos, absolutamente todos. El propio Cristo fue emigrante. Los pueblos se entrecruzan, es la historia de la Humanidad. Muy pronto, los pueblos empezaron a emigrar por razones económicas, por razones de conocimiento, etc. Donde emigró, la gente formó pueblos únicos. Y esta es la humanidad nueva, la humanidad que Dios quiere. Además, en nuestra Congregación, lo vivimos muy bien, con el lema, “Muchos rostros, un solo corazón”, el corazón de la persona humana. Dios que quiere que la familia humana sea una. Cuando alguien llega como nuevo, muchas veces para integrarse en las estructuras y en la religión del pueblo suele ser difícil, pero creo que Dios nos ha dado inteligencia suficiente para que, dentro de todo esto, hagamos una convivencia como hermanos y construyamos una nueva humanidad. Además, tal como decía Martin Luther King, si no podemos vivir juntos como hermanos, podemos tener la certeza de que pereceremos juntos como tontos.
–Cada vez hay menos vocaciones misioneras en España. Después de su etapa aqu, ¿qué mensaje transmitiría para animar a los jóvenes en su camino a la misión?
Que tenemos que volver nuevamente a aquella fe inicial de nuestros mayores, nuestros antepasados, porque ella nos puede reorientar. Hoy día, parece que se han perdido aquellos valores iniciales. Matrimonios que no duran, gente que buscan valores en aquello que no son realmente valores, y todo esto son señales que manifiestan que debemos volver a los valores iniciales de los antepasados. ¿Y cuáles son esos valores? Son los valores del Evangelio. Por eso, quien se compromete con el Evangelio, de modo serio, se compromete también con la misión. Y comprometiéndose con la misión, está llamado a vivir con radicalidad estos valores del Evangelio. Por eso mismo, los jóvenes deben alimentarse de la Sagrada Escritura, de la Eucaristía para que puedan, realmente, redescubrir nuevamente esta vocación inicial, a la que somos llamados todos como hijos e hijas de Dios. Es mi mensaje para los jóvenes, que puedan abrazar la vocación cristiana, el cristianismo significa comprometerse.
–¿Cómo fue el momento al enterarse de que iba a ser nombrado obispo auxiliar de Luanda (Angola)?
Fui nombrado obispo, sorprendentemente, cuando tenía preparada mi participación en el XVII Capítulo General de nuestra Congregación. Cuando me enteré de que iba a ser nombrado obispo, lo pasé mal, porque en ese momento yo vivía una situación de angustia humana, porque en diciembre perdí a un sobrino, y justo el día que el Nuncio Apostólico me llamó había enterrado a mi hermano. Parecía que el mundo se me caía encima, pero dos días después fui nombrado obispo auxiliar de Luanda y ahí vi que realmente Dios tiene sus caminos, y los caminos de Dios son insondables.
–¿Qué lema ha elegido para su episcopado?
El lema es “Domine tu scis quia amo”, es decir, “tú sabes que te amo, Señor” (Jn. 21). El Señor conocía el corazón de Pedro, que era un corazón débil, frágil, capaz de romperse por causa del pecado, pero es en ese corazón en el que Jesús se fija. Se fija con seriedad, lo restaura. Sobre ese corazón roto Jesús pone su iglesia.
–Usted fue invitado por el Papa Benedicto XVI al Sínodo para África. ¿Cuál fue su aportación en el Sínodo?
Sorprendentemente, fui invitado en 2009 por el Santo Padre para participar del Sínodo de los obispos. Percibí que era un encuentro de fraternidad de la Iglesia del mundo entero para la Iglesia de África. El Sínodo trataba los problemas de África de cara a la justicia, paz y reconciliación. Los obispos, en ese ambiente de fraternidad, supieron con mucho afecto y cariño exponer las cuestiones que hacen que África quede todavía relegada. Una de mis aportaciones fue hablar de la inmigración en Angola. Allí hay mucha inmigración china. Para el gobierno angoleño y para el gobierno chino que los envía, no pasan de ser mano de obra. Son personas con necesidades espirituales, de integración, de manifestar su cultura. En el Sínodo, pedí que pusiéramos la atención en estas personas, que hubiera una pastoral destinada a estos hermanos nuestros.
–¿Cómo ve al Santo Padre, al que ha podido conocer de cerca?
Al Santo Padre lo veo como un padre muy afectuoso, muy cariñoso, con palabras siempre acertadas. Siempre se aprende algo de él, siempre hay una novedad que transmite. Por eso, es siempre bueno escucharle. En el Sínodo, fue el momento que estuve más cercano al Santo Padre. Aprendí mucho no sólo de él, sino también en la interacción con los obispos.

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