Son las 6h30 en la Misión Beno, situada a unos 70 km de la ciudad de Bandundu, a orillas del río Kwilu, en la República Democrática del Congo. Entre los árboles, se pueden apreciar los primeros rayos del sol. Es un signo que la vida comience en medio del campo en Beno. Se da inicio también a la jornada maratón del “misionero de la selva”, como se le denomina aquí al P. Kornelius, originario de Indonesia.

Padre Kornelius no pierde su sonrisa, a pesar de las múltiples reuniones que le esperan y de los problemas a los que tendrá que encontrar soluciones a lo largo del día. Acaba de concluir su misa en la Iglesia parroquial. Se dirige hacia la gruta de la Virgen María, ubicada a algunos metros de la Iglesia. Está rodeado de legionarias de María y de varios niños que balbucean durante la oración del rosario. Estos niños son sordomudos de la Escuela de Beno. Siempre están presentes en la misa matinal y en la oración del rosario. Quieren a su párroco. Se comunican con él por medio de miradas y gestos. Se abrazan a él después del rosario, antes de dirigirse hacia el internado.

Padre Kornelius: «Estoy en Beno desde hace 6 años. El contacto con los sordos me ha permitido introducirme en su mundo y aprender su lenguaje. Los visito varias veces al día. Es una experiencia muy fuerte para mí. Sin embargo, la situación en la que viven es deplorable, y genera en mí un sentimiento de impotencia. Son niños abandonados a su suerte. Viven y estudian en condiciones difíciles. Están doblemente abandonados, tanto por sus familias como por la sociedad. El material didáctico, que sirvió en el pasado para la enseñanza de estos niños sordomudos, ya no existe. Los libros no se han renovado desde hace más de 20 años. Los profesores han envejecido. Hay muy pocos jóvenes que acepten hoy en día prepararse para la educación de los sordos, sobre todo para venir a un lugar tan aislado como Beno. A esto se le añade la falta de agua potable en el internado y la escasez de alimentos. Todos estos niños vienen de familias pobres y la mayoría han sido abandonados por sus familias, debido a sus minusvalías auditivas y de lenguaje.

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La Escuela de aprendizaje de sordomudos existe desde 1960. Esta escuela ha acogido a miles de sordomudos venidos de todos los rincones del país, así como también de otros países de África Central; niños y niñas que se encuentran integrados en la sociedad gracias a la formación recibida en Beno. Sin embargo, desde los años 90, debido a las continuas guerras que ha padecido la República Democrática del Congo, y a la situación económica del país, la escuela se encuentra en estado de ruina. Los cuatro edificios que albergan las doce aulas de los cursos de Primaria y Secundaria, al igual que los dormitorios de los niños, se han deteriorado profundamente debido al paso del tiempo y se están hundiendo.

“Cuando los sordomudos hablan y entienden”

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“Si queremos dar de nuevo una esperanza a los cientos de niños que todavía se encuentran en esa escuela, entonces sería urgente rehabilitar los edificios, formar a nuevos educadores y dotar a la escuela de material didáctico”, afirma el Padre Cornelio. “Bo ta tuba ye te kuwa diaka” en kikongo (una de las cinco lenguas nacionales que se habla en esta zona), y que significa “verán y entenderán de nuevo”, es el mensaje que el Padre Cornelio dirige a las personas de buena voluntad, para que vengan en auxilio de estos niños sordos.

¿En qué consiste la jornada de un sacerdote misionero en Beno?

Padre Kornelius: como sacerdote y religioso misionero, celebro los sacramentos, formo a los catequistas y acompaño a los grupos apostólicos de la parroquia. La parroquia de Beno cuenta con más de 50 comunidades eclesiales de base. La comunidad más alejada está a 70 km de la parroquia de Beno. Para mi trabajo debo desplazarme de una comunidad a otra. Este viaje misionero puede durar 7 u 8 días. En cada comunidad, un laico, llamado catequista, preside la celebración de la Palabra, en ausencia del sacerdote. Puesto que por ahora soy el único sacerdote de la parroquia, y en vista del gran número de pueblos que la componen, los visito una vez cada tres meses. En todos los pueblos, sus habitantes me acogen muy bien. Mi llegada es toda una fiesta. Es la fiesta de la Eucaristía, de un bautismo o de una primera comunión, o incluso de una boda. Por el contrario, cuando me hallo en la parroquia, mi jornada comienza con la oración personal, seguida de la misa. Después de la Eucaristía, desayuno antes de visitar a los sordomudos en su escuela. Dedico el resto del día a recibir a gente y participo en las reuniones de grupos apostólicos. En una misión como la de Beno, el sacerdote lo es “todo”. Es el médico, el mecánico, quien arregla los relojes, el agrónomo, etc. La gente viene a verte para todo tipo de cosas. Hay que estar disponible y escucharlos.

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P. Kornelius visita los pescadores

¿Cómo te desplazas para ir a los pueblos?

Padre Kornelius: Generalmente, me desplazo en bici, pero a veces también a pie o en piragua. El vehículo todoterreno que teníamos lleva tres años estropeado. Una parte de nuestra parroquia se ubica a orillas del río Kasai. Muchos de mis parroquianos son pescadores que viven en cabañas. Suelo visitarlos en piragua. En ocasiones, los habitantes de aldeas cercanas se agrupan en un lugar y allí celebramos la misa y otros sacramentos. Durante la estación seca, es difícil encontrarlos, porque es el mejor momento para la pesca.

¿Cuáles son las preocupaciones principales de estas comunidades o de la parroquia?

Padre Kornelius: Hay varias, pero me voy a limitar a la que considero como la más importante y urgente. Se trata del abandono escolar por parte de los jóvenes, y en particular el de las niñas. Muchas de ellas se convierten en madres muy jóvenes. Hay muchos casos de embarazos no deseados por falta de educación. A otras, las costumbres locales las obligan a casarse muy pronto. La pobreza es otra causa del abandono escolar. Muchas familias de nuestras comunidades viven bajo el umbral de la pobreza y se enfrentan cada día al desafío de tener que cubrir sus necesidades básicas. Estas familias se hallan en la imposibilidad de poder pagar los gastos escolares de sus hijos.

El futuro de nuestras comunidades es la juventud. La falta de formación es preocupante, sobre todo cuando se constata que la tasa de analfabetismo no para de aumentar. Con respecto a la parroquia, intentamos crear estructuras para sensibilizar y orientar a los jóvenes. En ocasiones hemos organizado conferencias y actividades con el objetivo de despertar la conciencia de los padres y de los jóvenes, pero no es una tarea fácil. Además, nuestros medios materiales son muy limitados. Asimismo, el año pasado creamos un grupo musical en la parroquia. Sabedores de que a los jóvenes les gusta la música, aprovechamos esta circunstancia para orientarlos. Son pasitos, pero están llenos de esperanza. Confiamos en la llegada de un cielo nuevo y una tierra nueva a nuestras comunidades de Beno.

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El Obispo Gaspard Mudiso, svd o de la diócesis de Kenge visita al P. Kornelius y la gente de Beno.

Beno

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