Estaban allí los 115 cardenales reunidos para la elección de un nuevo Papa. Era la quinta votación. Súbitamente un nombre empezó a crecer, Jorge Mario, Cardenal Bergoglio. Su nombre era repetidamente evocado a cada voto leído. “Cuando la cosa se ponía peligrosa”, a su lado se encontraba otro Cardenal, Cláudio Hummes. Cuando era inminente la elección, Hummes miró a Bergoglio, lo abrazó, lo besó y le dijo desde el interior de su corazón: “no te olvides de los pobres”. Con profunda emoción, el Papa Francisco contó esta historia a los periodistas en la mañana del último sábado. Yo estaba sentado en mi habitación, siguiendo el discurso en el ordenador. Miraba a los ojos del Papa, a sus gestos, a su sonrisa. Dijo que eligió su nombre en memoria de Francisco de Assis, un santo pobre que amó a los pobres, como el Papa, que en su corazón desea una iglesia “pobre y para los pobres”.
Me alegré de que fuese el Cardenal Hummes el que dijera al Papa estas palabras sabias. Entonces me fijé en su nombre, Hummes, y me acordé de las palabras “humus” y “humanus”, ¿Qué es el “humus”, sino la materia orgánica putrefacta, convertida en tierra fértil donde puede brotar la vida? ¿Qué es el “humanus”, sino aquel que brota de la tierra fértil, aquel que fue creado por Dios a su imagen y semejanza?
Hice, entonces, un viaje de ilusiones, creyendo que podría un día disfrutar de una fe humana, una fe de “humus”, una fe fértil y verdadera, pues sólo de la verdadera esencia humana puede brotar el amor por los pobres, elegidos por el corazón de nuestro Dios. Ellos deberían ser también los elegidos de nuestra Iglesia. Quizás Dios querrá hacernos nuevamente “humus” para que de nuestro labor pastoral y de nuestro testimonio misionero pueda nacer una nueva Iglesia “pobre y para los pobres”
Allancastro Silva Vieira, svd
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