Por: Carolina Biarge

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Para el que lleva la oración…

(Como símbolo habremos puesto unas cuantas piedras en una tela o en un cesto y habremos repartido, antes de comenzar, una piedra a cada persona que participe en la oración.)

Al comenzar esta oración hacemos silencio. Dejamos en manos de Dios todo lo que llevamos dentro. Como somos y estamos, venimos a orar. Sal, Padre, a nuestro encuentro; que tu Espíritu nos conduzca hacia ti.

(Dejamos un momento de silencio. Se puede cantar si se desea alguna antífona de invocación al Espíritu.)

Contemplamos un montón de piedras y tenemos en nuestras manos una de ellas: fría, dura, como a veces nuestro corazón.

 

Escuchamos la Palabra que hoy Dios nos proclama en boca de Ezequiel. Leemos Ez 36,24-28.

(Tras un momento breve de silencio continuamos ayudando a la reflexión con las siguientes preguntas)

 

Tocamos la piedra que tenemos en las manos y pensamos: ¿Dónde anda mi corazón? ¿Dónde está ocupado ahora? ¿Con respecto a qué está frío, indiferente? ¿Quizá con respecto a algo de mi entorno? ¿Quizá algún problema de nuestra sociedad, alguna injusticia de nuestro mundo? ¿Algún sufrimiento del otro?

 

¿Puede que mi corazón se haya endurecido o sea duro y arisco en al- gunos momentos? ¿Con algunas personas? ¿Autosuficiente? ¿Se cree mejor que el otro?

 

A lo mejor deseo entregarme, vivir desde Dios y descubro que no vuelo tan alto como quisiera. Me puede la comodidad, el miedo…

 

♫ Escuchamos la canción ¿Por qué? del álbum «Al otro lado del mar» de IXCIS y dejamos un momento de si-lencio.
Pero Dios nos susurra: «Os daré un corazón nuevo y os infundiré un Espíritu nuevo, arrancaré de vosotros ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne…».
(Breve silencio)

 

Seguimos orando con el símbolo de las piedras. Nos trasladamos a la escena en la que llevan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio y le preguntan para tentarlo, si la apedrean como dice la ley.

¿Qué juzga ahora mi corazón? ¿Hay algo en mí que hiere o que está dispuesto a herir? ¿Qué piedras me creo con derecho a lanzar?

 

Nos abrimos ahora a la Palabra de Dios y dejamos que ilumine nuestro corazón, nuestra mente.

 

Lectura de Juan 8,1‐11

 

(Dejamos un momento de silencio y dejamos espacio por si alguien quiere compartir)

Sabemos que Dios nos acoge y no nos condena, que desea darnos un corazón nuevo y llenarnos de su Espíritu. Nosotros, somos conscientes de nuestros límites, de nuestro pecado. Pero deseamos no vivir desde ahí sino desde Dios. Para simboli- zarlo, vamos a ir dejando la piedra que tenemos en las manos junto a las otras. Dejamos nuestras durezas, juicios, autosuficiencia, miedos y defensas. Dejamos que Él las transforme, las cambie en piedras que construyen en lugar de herir. Dejemos que Dios empuje nuestra barca lejos, hasta donde Él quiera.

 

(Ponemos la canción de Jesús Cabello, Vienes empujando mi barca del CD «Cuánto vale la vida» mientras se dejan las piedras. Continuamos orando con la canción.)

Terminamos haciendo juntos la ora ción final.

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