Queridos hermanos,
En los últimos meses he visitado muchas Provincias/Regiones/Misiones del Verbo Divino en más de 38 países. En general, puedo decir que esta experiencia ha sido muy positiva. El mundo sin los Verbitas sería un lugar muy diferente. Es impresionante ver lo que nuestros compañeros, junto a nuestros socios misioneros laicos, han logrado en todos estos años, desde el comienzo de la Congregación hasta hoy en día.
Estoy convencido de que alguien que visita una Provincia sólo unos días, no debe dar respuestas a los problemas y desafíos que se tienen en el lugar. Creo que el mejor método es hacer preguntas y, junto con los cohermanos, buscar respuestas que pongan a la Provincia de nuevo en el camino de Dios… el camino que Dios quiere que recorramos como Misioneros del Verbo Divino en el lugar concreto en el que nos encontramos.
En este contexto, las preguntas siguientes eran en el pasado, y lo siguen siendo ahora, muy importantes: ¿Qué quiere Dios que hagamos? ¿Qué quiere Dios de nosotros en ESP? ¿Qué quiere Dios en este momento?
Al responder a lo que Dios quiere… ¿Cuáles son los retos que enfrentamos como Provincia, como comunidad local, como personas y como líderes? ¿Cuáles son las señales que nos indican que vamos por el camino correcto? ¿Qué significa ser Misionero del Verbo Divino en ESP ¿Es nuestra ayuda suficiente para que la gente afronte sus sufrimientos y miserias? ¿Podríamos hacer más? ¿Qué más podríamos hacer?
Estamos en tiempos difíciles en la Iglesia y en la sociedad. El mensaje de la primera lectura de hoy (Reyes 17,1-6) es muy fácil: Incluso en tiempos de crisis, el Señor no abandona a sus profetas/missioneros… El salmo responsorial resume que… El auxilio me viene del Señor, Él hizo el cielo y la tierra (Salmo 120). El Evangelio de hoy – el sermón de la montaña según Mateo (5, 1-12) – ofrece material suficiente para más de una semana de retiro. Podríamos preguntarnos, ¿qué es realmente lo que nos hace benditos. Cada uno de nosotros tendría su propia respuesta. A mí personalmente no me gustaría perder esta hambre y sed de lo que es justo. Mejor que predicar este Evangelio es vivirlo.
La tentación es siempre la de seguir nuestro propio camino en vez de hacer el de la misión. Sin embargo, sabemos que nuestras vidas simplemente no tienen sentido sin el Señor. Al experimentar nuestras limitaciones humanas recordamos que Dios no abandona a los que le sirven.
En mis visitas de estos últimos meses, una cosa que me gusta hacer es conocer a nuestros socios laicos y a los jóvenes. Me gusta hacerles preguntas. Una es: ¿Qué crees que hay que cambiar en nuestra Iglesia con el fin de servir mejor a la gente? Entre las respuestas que me dan están las siguientes: La iglesia tienen que ser más sencilla y más auténtica… La Iglesia institucional debe estar más abierta a los cambios… El Papa y los miembros de la SVD pueden contar con el apoyo de los laicos… Lo único que piden es que todo sea más fácil para que ellos puedan contribuir en los aspectos humanos de nuestra fe: Enseñar a la gente a leer la Biblia y a llevar a la vida diaria el Evangelio… La formación de los laicos, juega un papel muy importante en nuestra misión… Los jóvenes, y entre ellos los que trabajan en la Iglesia, necesitan acompañamiento… Un joven me dice: “El idioma que se habla en la Iglesia no es nuestro lenguaje, simplemente no podemos entender…. Las historias bíblicas son más fáciles de entender que el lenguaje del catecismo… Las estructuras de la Iglesia institucionalizada son medievales y anticuadas… No son bíblicas… Proponemos la búsqueda de nuevas estructuras. Todos somos responsables de eso”.
Mi santo favorito de Latinoamérica es Monseñor Oscar Arnulfo Romero de San Salvador. Lo que me gusta de él es que él no era un santo desde el principio. Se convirtió en santo después de un largo proceso. Una conversión interior fue una parte esencial del proceso. Un intenso encuentro con los pobres y la injusticia cometida por el estado contribuyó a su conversión, es decir, Monseñor Romero tomó conciencia de que Dios quería que hiciera las cosas de una manera diferente. Vivir el Evangelio en el mundo de hoy exige exactamente eso, una conversión previa y la comprensión de que Dios quiere que hagamos lo que hacemos de una manera diferente. Esto es lo que significa ser bendecido-bienaventurado.
Si vivimos encerrados en nuestras instituciones, con todas las garantías que ellas ofrecen,
sin encuentro diario con los marginados, entonces nunca experimentaremos esa conversión,
no vamos a descubrir lo que Dios realmente quiere que hagamos.
No estoy seguro de qué manera y cómo muchos de nuestros cohermanos están realmente preparados para eso.
Gran parte de lo que actualmente se vive en la Iglesia y en las instituciones religiosas no está en consonancia con el Evangelio y por lo tanto debe ser corregido. Los pronunciamientos del Papa Francesco, y de algunos cardenales, señalan valientemente este aspecto. Los misioneros laicos tienen que aportar mucho en la renovación de la Iglesia. Quiero animar a nuestros hermanos y socios laicos a no tener miedo de los cambios. Solo tenemos que acercarnos a Dios y discernir qué es lo que Él quiere de nosotros y del servicio que prestamos a la gente.
Para concluir, permítanme compartir una pequeña historia: Yo estaba celebrando una misa con gente muy simple y sencilla en las Filipinas. Por lo general, en las capillas pequeñas, la respuesta al salmo se escribe en un pequeño tablero de modo que todos puedan leerla y participar activamente orando con el estribillo. Antes de la misa, el animador de la liturgia laico se acercó y me dijo: “Padre, la respuesta al salmo es muy larga. La respuesta era “El Señor es mi pastor, nada me falta”. Eso es muy largo y no cabe en el tablero”. Yo le dije: “Escribe: ‘El Señor es pastor’. Con eso es suficiente”. Pues dicho y hecho, a la hora del salmo, yo escuché a la gente responder: ‘El Señor es pastor’. Con eso es suficiente”. Eso era lo que había escrito el líder de la comunidad. … El mensaje es muy sencillo: El Señor es nuestro pastor y con eso es suficiente. Él cuidará de nosotros en todas nuestras necesidades. Sin embargo, estar convencido de que eso “el Señor es mi pastor y con eso es suficiente” es algo que requiere mucha fe de nosotros. Creamos y vivamos con esta convicción.
Heins Kulüke
Animador General de la SVD