El “turismo” misionero al jubileo de Roma

Del 28 de julio al 3 de agosto de 2025, un nutrido grupo de jóvenes del Verbo Divino (sacerdotes, estudiantes, OTPs y grupos parroquiales) de la Provincia Española, junto con casi un millón de jóvenes de todo el mundo, participamos en el Jubileo de la Juventud 2025 en Roma. Respondimos así a la convocatoria del Papa y de la Iglesia universal a caminar como peregrinos de esperanza.

Fue un viaje largo, de diez días, que desde fuera podría confundirse con un simple “turismo”. Pero en realidad fue una auténtica experiencia misionera que nos regaló abundantes frutos espirituales: alegría, amor, caridad, fraternidad. La peregrinación comenzó en Madrid, pasando por Barcelona, luego a Bordighera, y desde allí, rumbo a Roma, atravesando Siena.

El jubileo de Roma resultó ser una experiencia única, de esas que solo se entienden viviéndolas. Participar nos permitió renovar lo que somos como cristianos en un evento que la Iglesia celebra cada 25 años. Uno de los momentos más intensos fue cruzar la Puerta Santa, signo central de nuestra fe. Un hermano del Verbo Divino, tras atravesarla, dijo: “Sentí que moría y resucitaba: dejé atrás mi viejo yo y me revestí de una persona nueva”. ¡Impresionante!

Experiencias espirituales compartidas
Las vivencias fueron muy personales y diversas, pero todas dejaron huella. De entre ellas, podemos destacar algunos puntos:

Una llamada a la misión.
El jubileo fue como un despertador para los jóvenes. Vivimos en un mundo que muchas veces quiere apartarse de Dios y de lo espiritual. Por eso, este encuentro fue una llamada a reavivar la luz y el celo misionero que recibimos en la confirmación. Los testimonios de otros jóvenes durante la peregrinación nos inspiraron mucho; como seminaristas, nos retaron a dar testimonio de Jesús también en nuestros estudios y en el servicio pastoral.

Una fortaleza en la fe.
Sabemos mucho de historia de la Iglesia y de la vida de los santos, pero el jubileo le dio otra dimensión. Al visitar la Sagrada Familia en Barcelona, conocer la espiritualidad de Santa Catalina de Siena, entrar en San Pedro y San Pablo o recorrer el Vaticano, descubrimos que nuestra fe no se apoya en “invenciones vacías”, sino en hechos históricos verificables. Es una fe con sentido.

Una misión común y compartida.
En Roma entendimos con fuerza que la Iglesia es comunidad, un verdadero “nosotros”. Lo recordó Mons. Luis Argüello, obispo de Valladolid, en la homilía para los españoles en la Plaza de San Pedro. Lo experimentamos compartiendo alegrías y dificultades, y como seminaristas aprendimos lo esencial que es caminar juntos y trabajar en comunidad, en lugar de buscar protagonismos en la Missio Dei.

Ser peregrinos de esperanza.
El viaje fue también un ejercicio de confianza. Sabíamos los destinos, pero no teníamos idea de qué comeríamos, dónde dormiríamos ni cómo serían las condiciones. Y aun así, caminábamos con esperanza, sabiendo que todo saldría bien… o no, pero confiando en la providencia. Como seminaristas, nos enseñó a perseverar, a mantener una actitud positiva y a cultivar la paciencia en los momentos de maduración.

Conclusión.
Este jubileo fue, sobre todo, una peregrinación de esperanza. La alegría y el entusiasmo de millones de jóvenes, que culminaron en el encuentro con el Papa León XIV en Tor Vergata, nos confirmaron que sí hay esperanza en la Iglesia, tanto a nivel mundial como, en particular, en la Iglesia de Europa.

David Lapar

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En Familia – Verano 2025