Experiencias de Ange Kufwakuziku como participante en el sexto curso de formadores del Verbo Divino en Steyl y Nemi.

“Por eso te invito a que reavives el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos. Porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino un espíritu de fortaleza, de amor y de buen juicio. No te avergüences, pues, del testimonio acerca del Señor ni de mi al verme preso. Al contrario, sufre por el Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios”. ( 2Tim 1, 6-8).Este fue el lema del sexto curso de los formadores del Verbo Divino de habla inglesa que congregó a 30 verbitas formadores (otros no) de 10 nacionalidades de nacimiento y trabajando en 16 países de misión en las cuatro Zonas SVD, en la que tuve la suerte de participar.

No quiero, en estas líneas, hacer un resumen exhaustivo de los temas desarrollados sino compartir con vosotros lo que he vivido, lo que sentí y lo que siento ahora al volver a mis quehaceres en la parroquia y en la promoción vocacional.

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La persona del formador fue el centro del curso, su propia identidad como religioso misionero SVD. Porque la formación requiere una profunda conciencia de la identidad como religioso SVD y misionero; y ésta ayuda al formador a que sea un buen acompañante de formandos en su proceso de integración y crecimiento afín de convertirse en auténticos SVD a la luz del espíritu misionero y del carisma verbita hoy día. Para eso, el curso fue dividido en tres partes: La propia historia de cada participante a la luz de la historia de su familia y nuestras raíces como SVD a la luz de la espiritualidad de la “generación fundadora”. (Steyl-Goch-Tyrol); Discipulado para el Reino de Dios, llamados para compartir la vida intercultural y la misión. (Nemi-Roma) y Re-imaginando mis propios votos e identidad como formador SVD “fluyendo” en el retiro (Nemi).

La expresión “Founding generation”, la “generación fundadora”, en su versión renovada ha sido subrayada varias veces en nuestra estancia tanto en Steyl como en Nemi. Según mi parecer, los organizadores del curso han querido hacernos caer en la cuenta de cómo el Padre, Guía y Fundador Arnoldo Janssen había comprendido y realizado la misión que Dios le había encomendado. La idea fundadora la tenía él, pero como Dios siempre actúa en comunión, la Santa Trinidad, así también lo hizo Arnoldo rodeándose de buenas personas para hacer realidad el plan de Dios. Con esta idea, he aprendido que el trabajo misionero no se hace solo, nunca. El espíritu de colaboración como comunidad en la misión es siempre y será imprescindible. Lo mismo en la casa de formación. Los formandos no son sólo espectadores ó consumidores de un programa o un horario elaborado por un súper formador, sino ellos mismo son los primeros responsables de su formación, encarnando el espíritu misionero en el horario que la provincia propone, proponiendo buenas ideas nuevas si hace falta. Porque el formador es para ayudar a los formandos a entender su propia historia a la luz de la palabra de Dios a fin de responder a su plan en la congregación del Verbo Divino. Esto va en todas las cuatro dimensiones y otras aéreas que tenemos en la congregación. La colaboración de todos es imprescindible, porque nadie es auto-suficiente. José Freinadmetz, Juan Bautista Anzer, el hermano Marcolinus, la beata María Helena y la Beata Josefa fueron colaboradores de esta obra que hoy hemos heredado, así que no hemos de perder este espíritu de cooperación que nos legó la primera generación fundadora.ange_3

Es interesante notar que para realizar este proyecto suyo, Dios no escogió a las personas extraordinarias, tampoco a los hombres sin manchas ni a mujeres famosas, sino miró a personas normales y corrientes, a veces generando dudas en su sentido de ser líder, como san Arnoldo. Les llamó y les infundió su espíritu para que hagan su voluntad en nuestro mundo. “Señor, Tú sabes lo que he sido, lo que soy y lo que voy a ser”. Por eso me atrevo a decir que, a pesar de lo que somos y tenemos, Dios nos llamó justamente para transformar nuestras debilidades en testimonio de su misericordia y su amor. No hemos de fijarnos en las limitaciones nuestras sino en la misión que Dios nos ha encomendado. Nunca vamos a encontrar un compañero ni un colaborador perfecto, sino una persona tal como Dios la creó, la ama y así también tenemos que amarla, sin prejuicios ni desprecios, pero con amor.

El desafío nuestro en este siglo es mantener esta llama de fuego que la generación fundadora nos dejó y hacerla brillar más y más, transmitir este espíritu misionero a otros, especialmente a nuestros hermanos futuros verbitas, desde nuestras vidas, a veces si es necesario, desde nuestras palabras. La tarea es inmensa, pero no imposible, porque todo es posible al que cree en Jesús.

Por eso os invito a que reavivamos el don de Dios que habíamos recibido por ser cristianos y misioneros. Porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino un espíritu de fortaleza, de amor y de buen juicio. No nos avergoncemos del testimonio acerca del Señor ni de nuestra vocación misionera. Al contrario, sostenidos por la fuerza de Dios y unidos unos a otros llevemos la luz que está brillando en nuestros corazones a nuestros hermanos/as, para que el Dios Uno y Trino viva en nuestros corazones y en los corazones de todos los pueblos.

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