MARLON BOBIER VARGAS:
Un viaje de Emaús en Niebla
Al final de nuestra Misa del Domingo de Pascua, el párroco invitó a la comunidad a sentarse un momento. Me acerqué al atril nerviosamente. Yo sentía que cada gramo del peso de mi corazón latía en mi pecho. Fue un momento abrumador. Fue la oportunidad de despedirme de la comunidad de Niebla. Al igual que los feligreses, estaba lleno de la alegría de la Pascua. Y, al mismo tiempo, estaba nervioso y ansioso porque estaba a punto de hacer un discurso de despedida. Fue la primera reflexión completa en español, que escribí a lo largo de un mes. Lo que hizo más difícil para mí fue que no quería reemplazar la alegría de la Pascua que había en sus corazones por la tristeza provocada por mi partida.
Reconocí caras familiares mientras estaba en el atril y miraba a la gente. Las personas a las que invité a través de una carta personal vinieron para la celebración de la Misa del Domingo de Pascua. Nuestra iglesia estaba llena de personas especiales que se convirtieron en parte de mi viaje. Sentía la gracia de Jesús resucitado que me animaba a cumplir lo que tenía que hacer en ese momento.
En esa ocasión tan especial, me despido de la comunidad con corazón agradecido y alegre. La experiencia de mi programa de formación intercultural había terminado. Era la última vez para servir en la misa en la parroquia de Santa María de la Granada. Tenía que trasladarme a otro lugar y continuar mi viaje de formación como misionero de Verbo Divino.
Un repentino silencio y tristeza llenaron la iglesia. Descubrí los ojos de algunos de mis amigos llenos de lágrimas. El momento me recordó a María Magdalena y a otros discípulos que probablemente lloraron cuando vieron la tumba vacía. Inspirado por las palabras pronunciadas por un ángel a las mujeres que vieron la tumba vacía de Jesús, invité a la comunidad a ser como las mujeres que se alejaron de la tumba, temerosas pero llenas de alegría, y corrieron a anunciar las buenas nuevas de la resurrección.
Comencé a leer la reflexión sobre la experiencia de vida en Niebla. Había vivido en el pueblo solo durante seis meses, desde septiembre del año 2017 hasta el 1 de abril 2018. Fue una estancia corta, pero he aprendido mucho. No se trataba de la duración de mi estadía, sino de la calidad de mi experiencia. La vida en la ciudad fue muy sencilla y silenciosa. Aunque no siempre fue fácil, pues era muy diferente de lo que había tenido hasta entonces. La mayor parte de mi vida ha sido en ciudades grandes. Estaba acostumbrado a lugares donde la gente anda ocupada con sus asuntos y donde yo pude hacer muchas cosas en cualquier momento siempre que quería.
Al dejar la comunidad para seguir adelante, llevo conmigo algunos valores que aprendí de ellos.
Llevo el valor de pasar tiempo y compartir la presencia de otra persona. No recuerdo exactamente las invitaciones que recibí de parte de la gente para tomar café, bocadillos y comidas familiares en casa. Las comidas que tuve con algunas familias fueron especiales y memorables. Me mostraron por qué Huelva, la capital de la provincia donde se encuentra Niebla, recibió el título de Capital Gastronómica de 2017 en España. Las familias anfitrionas me sirvieron mariscos excelentes, como gambas blancas, almejas coquina, rape, lubina y sepias. Tomados de la fértil tierra de Huelva, sirven frutas y verduras como las famosas fresas de Huelva, frambuesas, naranjas y espárragos. Disfruté del buen jamón, el jamón ibérico, de las regiones montañosas de la provincia, el famosísimo Jamón de Jabugo. Los vinos blancos, licores de calidad, jugo de uva, vinagres y aceites de oliva que despertaron mi apetito en la comida. Admiré su espontaneidad al hacer invitaciones y poder preparar esa comida especial. Lo consideré como una forma especial de mostrarles y hacerles saber que me importan y valorar la presencia de uno en la comunidad. Aprecié los tiempos y el esfuerzo que dedicaron a darme la bienvenida a su casa para una comida con su familia. Más que la comida deliciosa ha sido el honor y el placer de estar con su familia.
Llevo conmigo el valor de saludar a los demás y compartir la sonrisa. Aprecié a la gente que me reconocía y saludaba cuando me veía. «¡Hola! ¿Qué tal? ¿Cómo va? ¿Quieres tomar algo?, ¡Adiós!, ¡Hasta luego!» Muchos de los miembros de «Raíces», una organización de pensionistas, fueron muy buenos compañeros para mí. Se me acercaban a propósito para preguntarme cómo estoy o si estoy disfrutando en el pueblo. Como alguien que vive la mayor parte de su vida en una ciudad ajetreada, saludar a otras personas, especialmente a desconocidos, no es una práctica habitual. Se podría pensar que es solo un saludo simple y ordinario. Pero este simple gesto de saludarse mutuamente nos hace sentir conectados y valorados por los demás. Me recordó que somos una comunidad afectiva y reflexiva.
Llevo el valor para cumplir con el deber y la responsabilidad en la familia y en la comunidad. Los trabajadores en Niebla están dedicados y comprometidos con sus deberes y responsabilidades. Todos lo hacen y tienen su obligación y responsabilidad. Cada miembro de la familia se dedica a su propio trabajo como padre, madre, hermana, hermano, hijo, hija, abuelo y abuela. Siendo un pueblo no muy grande, con alrededor de 4.200 habitantes, es posible conocer bien a las personas que trabajan en el mercado, supermercado, ayuntamiento, bares, restaurantes, ferreterías, etc. En la comunidad, cada persona cumple con su deber como un servicio. Comunidad. Sinceramente, admiro cómo las personas valoran la dignidad del trabajo. Es su vocación la que sirve como una humilde contribución de nuestra gente para hacer de nuestro mundo un lugar mejor.
Llevo el valor de contar y transmitir las historias de vida familiar y narrativas comunitarias. Niebla es un pueblo lleno de historias. Cada lugar dentro de la aldea tiene una historia que contar como el Castillo de Niebla, la Casa de la Cultura, la Iglesia de Santa María de la Granada, el Puente Romano, Río Tinto, etc. Aprendí mucho a través de las narraciones sobre comida, historia, cultura, tradición, relación y fe de las personas. Dentro de cada hogar hay muchas fotos familiares colgadas en la pared o colocadas encima de la mesa, en varios tamaños. Con esas imágenes, narran sus historias con pasión, entusiasmo y orgullo. Al escuchar las historias, pude sentir el valor y la importancia de la historia para la persona que me la contaba. Pude sentir cómo la historia de vida que compartían conmigo ha transformado sus vidas. Me recuerda que nuestras experiencias de vida son, de hecho, nuestro gran maestro en la vida.
Llevo conmigo el valor de una apreciación más del patrimonio cultural y las tradiciones religiosas dinámicamente vivas. Niebla es un municipio situado en la provincia de Huelva, en Andalucía, en el sur de España. Es la región con un patrimonio cultural único, así como son únicas sus tradiciones religiosas, en particular la celebración de la Semana Santa, que está encabezada por las hermandades. Admiro a los miembros de tres hermandades principales que hay en Niebla: Hermandad de la Virgen del Pino, Hermandad del Rocío y Hermandad de Jesús Nazareno. Admiro su devoción y compromiso de practicar, mantener y transmitir a sus sucesores el encomiable servicio a la Iglesia. Además, asistir a los diversos eventos y fiestas organizadas por el Ayuntamiento de Niebla todos los meses me ha traído grandes recuerdos como La Feria Medieval en noviembre, Los Campanilleros en diciembre, La Cabalgata de los Reyes Magos en enero y la Semana Santa en abril. También disfruté de muchas actividades comunitarias, como conciertos musicales, picnic comunitario (conocido como Tostón) y otros eventos socioculturales.
Llevo el valor de dar y difundir la alegría, el amor y la esperanza a la comunidad. Esta es la lección más indispensable que aprendí en Niebla. Aprendí a través de los ejemplos concretos que me mostraron varios grupos con los que trabajé en la parroquia. La Lectura Creyente cuyos miembros profundizan y fortalecen su fe mediante el estudio de La Biblia, semanalmente. Los del equipo de Caritas que ayudan a los pobres y menos afortunados en sus necesidades básicas y urgentes. Los catequistas que educan a los niños del pueblo y los preparan para recibir los primeros sacramentos. La Pastoral de Salud que visita a los enfermos y ancianos en sus hogares una vez al mes. Los Fieles de la Santa Eucaristía que asisten diariamente a la celebración de la Misa. Estos grupos pueden tener pocos miembros pero están dedicados y comprometidos a difundir la alegría, el amor y la esperanza de Cristo resucitado en la comunidad.
Toda mi experiencia en Niebla fue como un viaje a Emaús. Las palabras no son suficientes para expresar mi profunda gratitud por la gran, significativa y memorable experiencia que tuve. La gente de Niebla ha sido como compañera mientras experimento mi ‘Camino de Emús.’ La vida que he pasado con ellos ha sido un encuentro con el Jesús resucitado a través de las personas que fueron los portadores de Cristo en mi viaje. Las vidas sencillas de la gente en Niebla han sido una canción de alabanza a la bondad de Cristo resucitado que vive entre ellos. Me han recordado cómo los cristianos mantienen la fe en el Señor resucitado, incluso en medio de la adversidad. El tiempo que pasé con la comunidad es, sin duda, una gran alegría. Fue una experiencia del encuentro con el Cristo viviente que habita en cada persona en la comunidad.