Una ilusión cumplida

Durante toda mi vida, larga o corta según se mire, desde muy temprana edad siempre he sentido la inquietud de ayudar a gente más necesitada que yo.

Por fin este año he tenido, la ocasión de realizar este sueño. Por diversos motivos y después de ponerme en contacto con varias O.N.G.s, me decidí a ir a BOLIVIA durante un mes desde el 15 de junio al 16 de julio 2009, pedí permiso en mi trabajo, me lo concedieron, me puse todas las vacunas que se necesitan para ir a estos lugares, y cargué pilas para poder llevar adelante mi ilusión. Entre Gonzalo y Macario conseguí que ALBA y el Verbo Divino me permitieran llevar a cabo esta inolvidable experiencia.

Salí desde Valencia a Madrid donde Ángel me acogió con mucho cariño en la casa Central del Verbo. De allí y con mi maleta rota volé a Lima donde pude visitar a mi familia (unos tíos que viajaron para aquellas tierras hace casi “cien” años), su acogida fue extraordinaria, no sabían como obsequiarme, me llevaron a visitar muchos e importantes lugares de interés turístico de la Lima histórica y monumental. Y luego me llevaron al aeropuerto para mi destino final: BOLIVIA (EL ALTO). Allí estaban: Lucía Quispe, el Hermano Andrés y Gonzalo Revert (de Ontinyent) que son los que dirigen el proyecto CINCA.
Una vez en mi destino, me di cuenta que soy afortunada de vivir en Albaida, llena de comodidades, familia y amigos, en el Alto todo era distinto, mucha pobreza, calles en mal estado con diferentes olores y vistas, gente con pocos recursos…
Después de unos días de adaptación y observar todo esto, me llevaron al hogar donde conocí a los niños y niñas: Renato, Juan Carlos, Leonel, Maruja, Paola, Kevin, Nelly, Joel, Alejandra, Miriam, Wendy y Dina. En días posteriores, fui conociendo a toda la gente que forma el Proyecto CINCA. Y os puedo decir que desde el primer momento me sentí en casa; éramos todos como una Gran Familia, en el hogar pasé por varias áreas de trabajo como hacer talleres de marionetas, dar clases… pero el que más me impactó fue cuando me brindaron la oportunidad de hacerme cargo de siete niños y niñas, unos sin padres, otros sin ningún familiar que les pueda cuidar. Mi misión consistía en darles alegría, cariño, hacerles la comida, lavar la ropa, jugar con ellos… Ellos me llamaban “Mami la Paloma”, y yo les decía “Els meus xiquets”, disfruté y aprendí que con una simple caricia o sonrisa tenían suficiente para ser felices.
En mi estancia, me di cuenta que me podía adaptar a diferentes situaciones, como la altura que es de más de 4.000 m. Al frío intenso, ya que en El Alto ahora nos encontramos en pleno invierno.
Mis días transcurrieron felices, llenos de ilusión, de alegría y de dar gracias a Dios por vivir dónde vivo. Desde estas páginas que me brindáis, os cuento mi experiencia personal en tierras Sudamericanas, donde he vivido momentos intensos difíciles de olvidar y espero poder volver algún día a ver a mi GRAN FAMILIA de EL ALTO en Bolivia.