Hace unos días, verbodivino.es, en su página web, colocó para que se pueda copiar y pegar, un material preciosísimo para vivir la cuaresma en compañía. La autora de estas reflexiones bíblicas, joven y bella mujer, nos propone para cada domingo el acompañamiento de una mujer del pasado que nos puede servir para el presente. El título de este pequeño folleto no sólo es bucólico en los escenarios e idílico en los diálogos sino profundamente bíblico.
Las lecturas del primer domingo de cuaresma nos sitúan, junto a Eva fuera del Jardín (Gn 2,7ss) y también en pleno desierto con Jesús (Mt 4,1-11). Al final del recorrido cuaresmal, en el amanecer de la Pascua, nos encontraremos con María Magdalena, que junto a la tumba de Jesús no ve a un enterrador sino a un jardinero (Jn 20,15). Con la resurrección de Jesús estamos de nuevo en el Jardín del que nos había sacado Eva.
En el recorrido por el camino cuaresmal hacia la Pascua saldrán a nuestro encuentro otras cinco mujeres que han hecho ese itinerario antes que nosotros y nos dirán cómo se encontraron ellas con el que les cambió el desierto de su vida en Jardín fértil.
Mañana, primer domingo, la narración de Gn 2,7-9; 3,1-7 sitúa a Dios como origen de todo lo creado.
El ser humano (adam) es modelado del barro de la tierra (adamá) y alentado por el soplo divino. Como alguien formado de la tierra, participa de la dimensión animal, pero como lleva en sí el aliento divino, tiene una dignidad que no comparte con ninguna otra criatura. El equilibrio entre ambas dimensiones es frágil.
El Señor Dios se preocupa por preparar al ser humano una morada cómoda. En su desvelo, el Dios alfarero se transforma en Dios jardinero: «Plantó un jardín en Edén y en él puso al ser humano» (Gn 2,8). Lo libra del árido polvo de donde le había formado y le introduce en un lugar fértil.
Creado con capacidad de elección, el ser humano, varón y mujer, se equivoca al elegir (Gn 3,1-7). De la tentación pasa a la caída: elige una opción contraria a la voluntad de Dios.
El Señor Dios se convierte en sastre y en modista (Cfr. Gn 3,21). No quiso despreocuparse del ser humano después de su pecado, porque con el pecado Dios no rompió su historia de amistad con la humanidad. Eso sí, el ser humano debió aceptar las consecuencias de su elección equivocada no en el jardín, sino en el desierto.
Frente a estas actitudes del ser humano, el evangelio nos presenta a Jesús en el desierto (Mt4,1-11). Allí, rechazando la tentación, nos ha mostrado el camino para abandonar los desiertos y volver al jardín: no olvidar que somos criaturas, más aún, hijos de Dios, y como tal nuestra vida debe estar marcada por la voluntad del Padre.
La evd, promotora de estas reflexiones y Rocío G. Garcimartín su autora, desean
Que Eva
nos dé la esperanza para escoger la vida
y conservarla en nuestra marcha hacia la Pascua.
Que recibamos de Sara
la fe para seguir nuestro sueño por el desierto
y para creer que lo imposible es posible.
Que, como la Samaritana,
volvamos a casa anunciando que Jesús
nos ha dado el agua de la vida.
Que la madre del ciego
nos ayude a ver al Señor,
presente siempre en medio de nuestras tinieblas.
Que Marta,
la hermana de Lázaro,
nos regale su fe y la valentía para expresarla
en momentos difíciles.
Que María, la madre de Jesús,
nos muestre el fruto bendito de su vientre,
también en la noche de la fe.
Que con María Magdalena
no tengamos miedo a amar
ni a presentarnos como
«apóstol de los apóstoles».