En mi última colaboración en esta página de los Misioneros del Verbo Divino desde Dueñas prometí escribir una presentación muy curiosa de la Biblia, que a mi vez la leí no sé dónde. Decir, como dije en la colaboración anterior, que la Biblia es un libro muy antiguo, no es decir nada nuevo. Aclarar que más que un libro la Biblia es una biblioteca que contiene 73 tomos, tampoco es novedoso. Matizar que esos libros están divididos en capítulos y en versículos, casi todos lo sabemos. Repetir ahora que más de la mitad de esos libros fueron escritos antes de Cristo y que el resto fueron escritos poco después de vivir Él, creo que también lo habéis oído todos. Lo que no sé si habéis oído o leído todos es esta parábola que a mí me sorprendió cuando la conocí. La transcribo tal como la tengo en mi grato recuerdo. Te invito a que recorras su contenido como si se tratara de una bonita ciudad. Tu buen entender te hará de guía.Venía diciendo así:
Se parece el libro de la Biblia a una ciudad. Una ciudad preciosa. La llamaremos: Ciudad de la Biblia. La atraviesa un río de agua limpia y cristalina. Ese río da hermosura y vida a toda la ciudad. La ciudad de la Biblia, como toda ciudad, tiene sus calles, o sea, libros. Y edificios, capítulos. Y viviendas, los versículos.
Mirando hacia los años en que se empezó y se terminó de construir esa ciudad y por el estilo arquitectónico que tienen sus calles y sus edificios es fácil distinguir dos zonas: la más antigua y la más moderna.
En el distrito antiguo hay 46 calles y en el nuevo sólo 27.
Claro que no todas las calles son iguales. Unas son largas, otras son cortas. Algunas son bastante estrechas y oscuras. No hay ninguna sin salida, todas están comunicadas unas con otras.
También las casas varían mucho, unas grandes, otras chicas.
Según ha dicho un cartero, en las 27 calles del distrito nuevo hay 259 casas.
También es fácil distinguir en esta ciudad los barrios típicos.
En la parte antigua está el barrio de los Historiadores, el de los Profetas y el de los Sabios.
En la parte más nueva se encuentran los barrios de los Evangelios, los Hechos, las Cartas y el del Apocalipsis.
Os invito a visitar y recorrer esta ciudad. Los que entendáis de arte os daréis cuenta que algunos edificios están restaurados. A veces también se entremezclan varios estilos en la misma construcción. Si la recorréis en grupo todo esto lo apreciaréis mucho mejor.
No perdáis de vista el río que atraviesa toda la ciudad. Descubriréis que ese río se llama Jesucristo. Es el centro y eje de la ciudad. En el río hay una gran cascada. La cascada del Espíritu Santo donde se genera luz y fuerza para iluminar y mover al pueblo que vive en la Ciudad de la Biblia.
No es una ciudad fantasma, muerta, sino una ciudad llena de vida y vivificadora. Ahí encontramos al Dios del Pueblo y al Pueblo de Dios. Encontramos vida en los parques y jardines, en las fuentes de agua viva, en los cánticos e himnos de alabanza y de súplica.
En la calle más larga de la ciudad vi un día hasta 150 escenas diferentes: grupos de romeros cantando y danzando, mendigos pidiendo limosna, niños gritando y jugando. Me impresionó un cortejo fúnebre.
Los monumentos que hay en las plazas y jardines a los héroes y personajes del pasado son recuerdos vivos de los que lucharon y murieron por el bien del pueblo.
Cuando yo era niño me hablaban de esa ciudad y me enseñaban algunas guías turísticas. La primera vez que visité la Ciudad de la Biblia lo hice en solitario. Ahora vuelvo con frecuencia. Pero voy acompañado. ¡Qué diferencia! ¡Cuántos detalles se me habían pasado! Cada vez aprendo más. Ya no me pierdo por las calles de la parte antigua. Y lo más interesante: me parece la ciudad ideal para vivir hoy. El Arquitecto que la proyectó pensó en los hombres y las mujeres de carne y hueso, y en los niños. Y los albañiles que la construyeron la hicieron pensando también en nosotros.