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LA EMIGRACION NO SE DETIENE

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas (México)

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En días pasados estuve en el albergue para migrantes que tenemos en Palenque, y pasé a ver cómo va la construcción de otro en Salto de Agua. En ambos, pude platicar con más de 20 que había en cada lugar. A veces pasan pocos; otros días pasan entre 50 y 100, o más. No faltan mujeres, incluso con niños, pero la mayoría son varones entre 18 y 30 años. Y hemos constatado, desde hace varios meses, que casi todos proceden de Honduras. Nos dicen que salen de su país por la falta de trabajo, por la inseguridad y la violencia, por huir de las amenazas de muerte que les hacen las bandas de las “maras”. Les insistimos en que cada día es más difícil pasar a los Estados Unidos. Ellos dicen que lo saben, pero que, a pesar de todo, sienten la necesidad y la urgencia de buscar una salida a su situación familiar y personal. Se exponen a extorsiones, asaltos, robos, trata, enfermedades, violaciones, cobros excesivos de transportistas y “polleros”. Hay el peligro de que los narcotraficantes los secuestren y les exijan rescates por parte de sus familias, o que los detengan nuestras autoridades migratorias y los deporten. Nada los detiene. En nuestros albergues, encuentran un oasis para su travesía. En algunos casos, se les ayuda a tramitar su permanencia como refugiados.

Es verdad que la emigración que procede de Centro América y El Caribe ha disminuido. Las políticas migratorias de Donald Trump, egoístas y economicistas, están haciendo más complicada la migración. A pesar de su endurecimiento, de sus muros y de su racismo grandilocuente, la emigración no se detiene. Y no hay indicios de que se vaya a detener por completo. La mano de obra allá hace falta, tanto en el campo como en la construcción y en los servicios. Además, la corrupción, que también allá existe, facilita que la gente siga pasando por la frontera.

Del 29 al 31 de agosto, en Tapachula, la Dimensión de Movilidad Humana del episcopado mexicano, en coordinación con instancias eclesiales del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras), junto con el Pontificio Consejo para el Desarrollo Humano Integral, de la Santa Sede, así como con ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), ha promovido el que es ya IV Encuentro con obispos y agentes de pastoral migratoria de esos países y del sur de México, para seguir analizando este fenómeno, reforzar acuerdos y acompañar a tantos que salen de sus países y pasan por nuestro territorio. Es un asunto que no nos puede dejar indiferentes, ni sólo esperar que todo lo resuelvan los gobiernos. El lema de este Encuentro es: Caminemos con Cristo migrante en el mundo.

 

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ACTUAR

Agradecemos a tantas personas de buena voluntad cuanto hacen para ayudar a estas personas, y exhortamos a verles con ojos de fraternidad y de solidaridad. Pongámonos en su lugar. Como dice Jesús: Haz por ellos lo que querrías que hicieran por ti, si estuvieras en su misma situación.

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La noticia en RELIGIÓN DIGITAL, 
Arizmendi denuncia

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Escribió Joaquín Mnich SVD en la primavera de este 2017 en nuestra revista EN FAMILIA:

 

Honduras, El Salvador y Guatemala forman el «Triángulo Norte de Centroamérica», y comparten la misma realidad: narcotráfico, violencia extrema de pandillas (las «maras») y pobreza. No habiendo ni seguridad ni medios para tener una vida digna, sus habitantes buscan encontrarla sobre todo en Estados Unidos. Los migrantes se internan por Chiapas, en la frontera sur de México, para intentar llegar a la frontera norte con Estados Unidos. Traen en sus cabezas el «sueño americano», que pronto se ve confrontado con la «pesadilla mexicana». Al cruzar México, los migrantes son objeto de abuso por policías, agentes de migración, los «zetas» (narcos), los «maras», comerciantes e incluso por transportistas. En fin, todos quieren despojarles de lo poco que traen. A algunos incluso los secuestran para pedir rescate a sus familias. Si no lo logran, los asesinan. Los migrantes caminan a lo largo de las vías o suben al tren en marcha. Una vez montados en el tren, muchas veces los miembros de las «maras» los asaltan y arrojan al suelo a quienes no traen dinero. Lamentablemente, si son mujeres, las violan. Algunos migrantes, al intentar subir al tren o debido al cansancio, se caen y mueren, o pierden piernas o brazos, cuando las ruedas pasan sobre sus miembros.

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Una de las vías del tren llamado «la Bestia» pasa por nuestra parroquia, en Chiapas. Ante el aumento del número de migrantes, y motivado por la visita del papa Francisco a nuestra diócesis en febrero del año pasado, nuestro obispo inició la construcción de dos casas de migrantes más en la diócesis. Para ello, nuestra parroquia adaptó la mitad del espacio de la capilla de Santa Martha como albergue. Solo en 2016, pasaron 11.330 migrantes por este albergue, y se dio comida a 17.000. Dos misioneras franciscanas atienden con mucho amor a los migrantes, juntamente con los Misioneros del Verbo Divino. Hasta el momento, se han construido dos dormitorios grandes (uno de hombres y otro de mujeres), al igual que baños para mujeres. Mientras tanto, buscamos recursos a fin de terminar la cocina, la bodega, el dispensario y un guardaequipajes.

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