El libro “Para comprender y vivir los Salmos”, que llegó a esta Casa de Espiritualidad hace unos días, me ha hecho releer otro de la misma editorial Verbo Divino: “Sabiduría y poesía del pueblo de Dios”. En este libro encontré una imagen que me cautivó y que me ha servido para comprender y explicar a otros el conjunto de los 150 Salmos de la Biblia. La imagen me llegó de Brasil con la impronta de Carlos Mesters. Habla de la oración de los salmos como del agua de un río: recorre y fertiliza la historia y la vida del pueblo de Dios. El río de los salmos lleva a los orantes en un barco desde el manantial hasta el mar inmenso de Dios. El capitán que lo pilota, por supuesto, es Jesús.

Éstas son las imágenes, las alusiones o las ventanas desde donde se pueden observar y meditar los salmos: 1 El manantial: experiencia de Dios; 2 Los arroyos: géneros literarios; 3 El río: la oración; 4 El barco: el pueblo; 5 Las velas: la Alianza; 6 Los navegantes: las personas; 7 El capitán: Jesús; 8 El puerto: realización de la Alianza; 9 El mar: Diosmanantiales

1. El manantial:

La lluvia y la nieve penetran en la tierra. Un día el agua rebosa hacia la superficie y brota un manantial. ¿Cuál es el manantial en el río de los salmos? ¿De dónde brotan los salmos? De la experiencia de Dios en la vida; de la certeza de que Dios actúa en nuestra vida.

El salmo 139 expresa muy bien esta certeza: “Señor, tú me sondeas y me conoces…, tus manos me protegen…”arroyos

2. Los arroyos:

El agua que brota se va canalizando y formando arroyos. ¿De qué manera expresaron los israelitas la experiencia de que Dios les acompañaba en la vida?

Aquellos creyentes tuvieron distintas formas, géneros literarios, para expresarse: cantaban himnos, hacían lamentos, súplicas, agradecimientos… Según la circunstancia así hacían su oración. Tal como nosotros, cantamos saetas en semana santa y villancicos en Navidad. En el libro de los salmos es relativamente fácil distinguir un tipo u otro de oración.

3. El río:

¿Qué significa esta imagen del río? El pueblo de Israel recordando las gestas de su historia, reflexionando en  sus sufrimientos, celebrando sus fiestas o contemplando la naturaleza, ora a Dios que está presente en todo. El Sal. 136 invita a dar gracias al Señor porque es bueno, porque partió en dos el mar Rojo para que pasaran los israelitas… El Sal. 3 y también 143 son un grito de auxilio y confianza: Levántate, Señor; sálvame, Dios mío…Escucha mi oración, presta oído a mis súplicas… El Sal. 8 mira la naturaleza: Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos…Señor, Dios nuestro qué admirable es tu nombre.

4. El barco:

El barco es el pueblo creyente, la comunidad que vive y transmite la fe de los antepasados.

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5. Las velas del barco:

Las velas son las que aprovechan la fuerza del viento y ponen en movimiento al barco. ¿Qué fuerza será la que empuja la oración de los salmos? No es otra que la Alianza. La iniciativa gratuita de Dios y el compromiso del pueblo de  responder fielmente a esa Alianza es lo que mantiene en movimiento a ese barco. El salmo más largo de la Biblia, Sal.119, en cada una de sus estrofas vuelve de nuevo a manifestar la preocupación y el deseo que cumplir la Ley de Dios.

6. Los navegantes:

Los que viajan en ese barco son personas concretas; hombres, mujeres y niños creyentes que oran en común y en privado. Cada uno reza a Dios y le presenta su situación personal y la de su pueblo. Los navegantes de este barco cuando rezan alaban, piden, bendicen, maldicen, aceptan o lamentan. El Sal. 131 reza así: Señor, mi corazón no es altanero, ni son altivos mis ojos… estoy como un niño en el regazo de su madre.

Son muy abundantes en el salterio los salmos que van en primera persona singular (5, 6, 7, 13, 17, 22…). Han nacido de una experiencia de dolor, de persecución, de agradecimiento, de alegría personal…Existen unos 40 salmos de estas características de oración personal. Cuando nosotros leemos y rezamos los salmos así, nos vemos reflejados en ellos y se convierten en alimento de nuestra fe.

7. El capitán:

Es el que orienta el barco y lo conduce a feliz puerto. Jesús, que es nuestro capitán, rezó y se sirvió de los salmos en su oración y en su predicación: Mt 5,4 – Sal 38,11; Mt 5,5 – Sal 127,5; Mt 5,8 Sal 24,3-4; Mt 21,42 Sal 118,22. En la Última Cena rezó los himnos rituales; en el Huerto recitó el Sal 42 y en la cruz el Sal 22.

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8. El puerto:

Es el punto donde quieren atracar los viajeros. Esta imagen en el río de los salmos se refiere a la realización de la Alianza, la confianza en Dios, la observancia perfecta de principio a fin de la ley de Dios. Sal 133: Que agradable y delicioso que vivan unidos los hermanos. Sal 72; Sal 58.

 

9. El mar:

Según la expresión poética de Jorge Manrique “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”. El río de los salmos después de regar y fecundar nuestras vidas desemboca en el inmenso mar que es Dios. El larguísimo Sal 18 es un canto triunfal donde no sólo se manifiesta el rostro de Dios como salvador, roca, fortaleza, abrigo, peña, escudo, torre, refugio… sino que también se manifiesta la confianza en Él en medio de las olas procelosas de la vida.

Según decía el abad Casiano a sus monjes “no es la lectura lo que nos hace penetrar en el sentido de un salmo, sino nuestra propia experiencia adquirida anteriormente en la vida diaria”.

El río de 150 salmos lo recorremos los de mi casa, que es la tuya, cada cuatro semanas. Te lo cuento por si algún día quieres acompañarnos en la travesía.

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