Queridos amigos y bienhechores del Secretariado de Misiones:

Estamos enterados por los medios de comunicación de la catastrófica situación en que viven en Siria y Turquía por el gran terremoto que a principios de febrero sacudía la tierra en plena noche. Por la mañana le siguió otro terremoto de semejante magnitud. Las cifras de los fallecidos se cuentan por miles, unos 41.000 en Turquía y 5.800 en Siria; 21.000 heridos ingresados y más de 13 millones de damnificados. Sorprendentemente casi dos semanas más tarde seguían produciéndose milagros en las zonas devastadas; rescataron con vida a otras tres personas, entre ellas un niño que sobrevivió después de
300 horas entre los escombros.

El director de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de Siria pidió ayuda a D. José María Calderón, Director nacional de OMP de España, y respondió creando un fondo para ayudar a los damnificados de la catástrofe. Los Misioneros del Verbo Divino, también a través de vosotros los donantes del Secretariado de Misiones, queremos unirnos a este grito de ayuda desde Siria a través de la loable mediación de las OMP.

Así escribía el director de las OMP en Siria:

Estamos rodeados de caos y desolación. En los primeros momentos los habitantes tuvieron que huir de sus hogares para refugiarse en sus coches y en las calles bajo una lluvia torrencial. Hemos abierto iglesias y jardines de conventos para albergar a la población. Gracias a los jóvenes acudimos en ayuda de personas en apuros.

Este terremoto de pesadilla añade a nuestra población agonizante una espina más a sus heridas. Siria está viviendo una nueva tragedia, que se ha sumado a las desgracias y desesperanzas provocadas por once años de guerra.

Todavía más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, según los últimos informes de la ONU. El país tiene escasez de productos vitales para la vida diaria: sin electricidad ni combustible para calentarse, sin gasolina, con la devaluación de su moneda… Es un verdadero estado de desesperación y de angustia.

Hemos enterrado a nuestros muertos y nos damos cuenta de que nosotros solos somos incapaces de reparar tantos daños. Ayudadnos a que nuestros fieles que se han quedado sigan manteniéndose aquí para proteger la cuna del cristianismo, al apoyarnos económica y psicológicamente.

Ayudadnos a que nuestros gritos de angustia se escuchen en los oídos sordos de los líderes del mundo; que sus corazones y sus ojos se abran y se enternezcan ante un pueblo que ha sufrido un martirio y sigue sufriendo.

Recen para que nosotros, servidores de la Iglesia, tengamos la fuerza de dar consuelo a nuestro pueblo para que pueda encontrar la fe y la esperanza de días mejores.

¡Ayúdanos a ayudar!

Fraternalmente, Joaquín Azcona, svd