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MISION EN CUBA PARA ESFORZADOS

Joaquín Azcona Mauleón, svd

 

Regresé a México después de tres meses en Cuba. Ocho parroquias atendidas por los misioneros del Verbo Divino.  Nuestros compañeros, que fueron trece, ahora son ocho: dos argentinos, dos eslovacos, un polaco, un filipino, un indonesio y un suizo. Un pequeño grupo de esforzados misioneros. A la espera de dos jóvenes, un polaco y un filipino.

Las comunidades por atender son muchas. Se van multiplicando las casas de oración y las casas misión, donde no había ni hay templos. Las casas de oración hacen de capillas; en las casas mCubaisión, normalmente en el campo, una familia presta el lugar para la catequesis o reflexión bíblica. Estas últimas son atendidas por misioneras laicas y algunos jóvenes.

No es lo más duro la deficiencia en el transporte, los calores o los mosquitos de algunos lugares. Los misioneros jóvenes pueden sufrir la limitación en el uso del internet. A los mayores les puede costar más los imprevistos de lo planeado… que si llueve (y ya no vienen) … que si llegaron las patatas… (y fueron primero a hacer cola al mercado…).

Donde hay que esforzarse es en responder a la urgencia de una primera evangelización en Cuba. ¿Cómo iniciar en la fe a la gran mayoría, que más que atea es indiferente ante el fenómeno religioso?, ¿Cómo engendrar “nuevos cristianos” en ambientes sociales tan adversos y con un desconocimiento muy fuerte de Jesucristo?, ¿Cómo lograr el encuentro con Jesucristo y la incorporación activa a la comunidad eclesial?

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Los esfuerzos tienen sus compensaciones. Los cubanos con quienes me he encontrado son comunicativos y cariñosos. Más de una vez me dijeron que eran “familiares”. Saben compartir. Y agradecen. No miran al reloj durante la homilía. Participan al unísono con voz fuerte. Da gusto. Y cantan, ¡hasta la última estrofa!

 

Estas pequeñas comunidades de Cuba en cierto modo remedan la frescura de las primeras comunidades cristianas. Lo hemos escuchado del libro de los Hechos de los apóstoles durante el tiempo pascual.

 

Estamos en vísperas de Pentecostés. San Arnoldo Janssen fue un gran impulsor de la devoción al Espíritu Santo.  Pidamos al Espíritu Santo el don de fortaleza para que todos seamos capaces de enfrentar riesgos y dificultades en la misión. Que superemos comodidades y seamos audaces en el esfuerzo que implica abrirnos a los demás, comunicarnos con ellos, servirles, y compartir la fe y la esperanza en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

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