SIMÓN EL FARISEO Y LA MUJER PECADORA
Lucas 7, 36-8,3

11 dom ord. c

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo .

Padre amoroso del pobre;

don, en tus dones espléndido; l

uz que penetra las almas;

fuente del mayor consuelo. (Secuencia de Pentecostés)

Ambientación: «¡No, no puede ser un profeta!», pensó Simón, el fariseo, que había invitado a Jesús a comer en su casa, al ver cómo éste se dejaba acariciar los pies por una prostituta. ¿Cómo puede hablar en nombre de Dios alguien que se permite estas libertades? La reacción de Jesús deja aún más desconcertados a sus compañeros de mesa: pone a aquella mujer como ejemplo para ellos que se creían los santos. Además, «sus numerosos pecados le quedan perdonados por el mucho amor que ha manifestado».
Los fariseos estaban cerrados a la experiencia del amor gratuito. Tenían el corazón de piedra, como las Tablas de la Ley, y se resistían a que Jesús se lo cambiase por un corazón de carne. Y no podían comprender su lógica: tanto amas, tanto se te perdona. Tanto has sido perdonado, tanto amarás de ahí en adelante. «Tu fe te ha salvado; vete en paz».

1. LECTURA: ¿qué dice el texto?

Leemos sin prisa, gustando y saboreando la Palabra. Después hacemos ECO… – Lucas 7, 36-8,3
Estamos ante una de las páginas más conmovedoras del evangelio de Lucas (Lc 7, 36-50), a la que se añaden tres versículos sobre las personas que acompañan a Jesús (hombres y mujeres) en su misión (8,1-3). La protagonista, la mujer del perfume, sin pedirlo, es curada por Jesús y recibe su perdón. Ha llevado una vida de pecado. Jesús aplica un remedio de eficacia instantánea. Perdona todos sus pecados de una vez. No se los recuerda, no los cuenta, no los clasifica. Y este remedio provoca los sentimientos más delicados del ser humano: amor y gratitud. Y la mujer los muestra con gestos realmente audaces.
– ¿Con qué gestos expreso mi amor y gratitud?
Los personajes de la escena son Jesús, la mujer pecadora, Simón el fariseo y los demás comensales. Todos están implicados en una misma trama, donde la lógica de la ley se enfrenta a la lógica del amor. Simón el fariseo y su grupo representan la ley. Jesús encarna el amor. Y en medio está la mujer pecadora: Simón la acusa, Jesús la perdona. Y desde la perspectiva de Jesús los actos de amor de la mujer contrastan fuertemente con las negligencias del anfitrión.
– ¿Cuáles son los contrastes que Jesús mismo acentúa entre la actuación del fariseo y la de la mujer?
El perdón de los pecados no se relaciona ni con el poder de Jesús ni con la confesión de la mujer, sino con el amor que hay en ella. A quien mucho se le perdona, es que en esa persona hay mucho amor. Pero algo muy notable es que Jesús percibe el amor de la mujer, no en lo espiritual, sino en lo material, lo sensible: tacto, besos, lágrimas, perfume, cabello femenino.
– ¿Tenemos los mismos criterios que Jesús sobre el perdón de los pecados y la relación humana? ¿No nos resulta sorprendente la humanidad de Jesús?

2. MEDITACIÓN: ¿Qué me dice el texto?

Una mujer mal vista nos acaba de dar una gran lección. Es Dios quien se adelanta a ofrecernos su perdón, de modo que esa experiencia de liberación interior provoca en nosotros una respuesta de amor y gratitud que nos empuja a vivir de un modo nuevo. Sólo nuestra autosuficiencia puede frustrar ese proceso de conversión.
➢ ¿Soy capaz de reconocerme pecador/a y necesitado/a de su misericordia? ¿Qué criterio me mueve, el del amor o el de la ley?
➢ Poniéndome sucesivamente en el lugar de Simón, de la mujer y de Jesús, – ¿Qué consecuencias saco para mi compromiso cristiano?
➢ Jesús muestra la novedad de su mensaje respecto a la mujer que en aquel entonces era marginada socialmente, y religiosamente era considerada como pecadora. – ¿Qué me sugiere esta escena que subraya la dimensión acogedora y perdonadora de Jesús?
➢ Jesús interviene no sólo para dejar claro que sí sabía que era una mujer pecadora, sino para dar la razón de por qué la perdona: «había amado mucho». Y, quizás, pensando en el fariseo añade: al que poco se le perdona (porque cree no necesitarlo), poco ama». – ¿Qué me dice a mí personalmente la parábola de los dos deudores?
➢ A Jesús no le asustan mis pecados; le asusta mi falta de arrepentimiento, de conversión. Al demostrarle mi amor más seguro estoy de su perdón. – ¿Me siento perdonado y amado? ¿Cómo respondo al perdón de Jesús? ¿Me sirve ese perdón para amarlo más?
➢ El sumario/resumen de 8, 1-3 nos presenta al Jesús «evangelizador». Recorriendo ciudades y pueblos con el anuncio de la Buena Noticia. – ¿Tengo esa actitud misionera de ir a los alejados, a los marginados y a los últimos?

3. ORACIÓN: ¿Qué me hace decirle a Dios?

Volvamos a contemplar esta escena en un clima de oración. Y pidámosle al Señor que nos haga entender su misericordia y su capacidad de perdón con los que a veces nosotros despreciamos o juzgamos.
• Podemos leer de nuevo: Lucas 7, 36-8,3
Escuchada y acogida en el corazón la Palabra de Dios, nos dirigimos a Dios nuestro Padre pidiéndole:
– Que el perdón de nuestros pecados aumente nuestro amor…
– Que comprendamos el deber de acoger a los marginados y pecadores…
– Que sepamos estimar y valorar la actitud de Jesús con la mujer agradeciendo su generosidad y valentía…
– Que sepamos vivir como Jesús en actitud misionera permanente…

ME LLENAS DE ALEGRÍA (salmo 31)

Dichosa la persona que se sabe aceptada por el Señor en su yo más profundo.
Dichoso quien sabe que el Señor conoce nuestra miseria y nos ama tal como somos.
Siempre que se me olvida esta verdad profunda, se me marchita la alegría
Y mi savia se convierte en algo insípido y se me aparecen falsas imágenes de Ti.
En el momento de mis desvíos, acuérdate de mí con misericordia.
Tú eres mi refugio, me llenas de júbilo y alegría
y pones en mis labios
cantos de liberación.
La crecida de las aguas caudalosas, no me alcanzará. Tú fijarás tus ojos en mí.
Tú me instruirás secretamente. Yo sé que eres Misericordia.
Confío en Ti, Señor. Tu misericordia me rodea. Me alegro en Ti. Me gozo contigo.
Te aclamo con corazón sincero.
Tú eres mi refugio, me llenas de júbilo y alegría y pones en mis labios
cantos de liberación.
Te doy gracias, Señor, por siempre jamás.

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