Lucas 9, 11-17

El Cuerpo y la Sangre de Cristo

Oración:

Ven, Espíritu Santo. Haznos sensibles a tu voz
para que podamos descubrir el paso de Dios en la Escritura
y en nuestra vida cotidiana.
Ven, Espíritu de vida. Ayúdanos a extender por el mundo
el perdón, la fraternidad, el pan para todos…
¡la buena Noticia de Jesucristo!

 

Ambientación:

El evangelista Lucas pone en la misma perspectiva la multiplicación de los panes, la última cena del Señor y la celebración eucarística de la Iglesia primitiva. No hay vida cristiana sin compartir. Hace muchos siglos que san Juan Crisóstomo afirmaba: «No pensemos que basta para nuestra salvación presentar al altar un cáliz de oro y pedrería después de haber despojado a viudas y huérfanos. ¿Quieren de verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No le honren en el templo con vestidos de seda y fuera le dejen perecer de frío y desnudez. Porque el mismo que dijo «Esto es mi cuerpo», dijo también: «Estuve con hambre y no me dieron de comer»; «cuando no lo hicieron con uno de esos más pequeños, tampoco conmigo lo hicieron».

1. LECTURA: ¿qué dice el texto?

En la celebración de la fiesta del Corpus Christi, la lectura de la multiplicación de los panes es una advertencia acerca de la necesidad de multiplicar el pan en todas sus dimensiones. También el pan material. La Eucaristía quedó para siempre unida a la vida. En las comidas de la historia de Jesús, en la multiplicación de los panes y en las comidas del Resucitado se fue dibujando el mejor contexto, para entender la presencia del Señor en el pan y en el vino consagrados.

• Leemos con atención: Lucas 9, 11-17. Hacemos eco…

A diferencia de los otros evangelios sinópticos, (cf. Mt 14, 13-21; 15, 32-39; Mc 6, 30-44; 8, 1-10), Lucas presenta una sola vez la escena de la multiplicación de los panes, y hace una síntesis integral de ella, leyéndola desde diferentes puntos de vista.
En primer lugar, interpreta el milagro en sentido escatológico: éste forma parte de la realización de las promesas de Dios en la historia de su pueblo. Los profetas del Antiguo Testamento ya habían tenido la posibilidad de multiplicar el alimento para las personas que lo necesitaban (cf. 2 Re 4,42-44). Ahora Jesús no sólo lo recuerda sino que lo perfecciona llegando a miles de personas. Lo que pasó en el pasado tiene lugar ahora de manera perfecta y universal.
– ¿Veo en Jesús el cumplimiento de las promesas de Dios?
Por otra parte aparece una interpretación eclesial. Los discípulos se dan cuenta de la necesidad de la muchedumbre y se convierten en mediadores respecto al Maestro. Ponen en práctica el mandato de Jesús: «Denles ustedes de comer». Aunque no podían entender.
– ¿Qué es lo que no podían entender?
Además, la multiplicación de los panes se narra a la luz de la celebración de la Eucaristía. Se convierte así en una especie de anuncio. Anuncio de una comida singular, repartida en abundancia y multiplicada en sus efectos de salvación. Alimento no sólo para el cuerpo. Alimento para la totalidad de la vida, que necesita saciarse en plenitud.

 

2. MEDITACIÓN: ¿Qué me dice el texto?

Los discípulos tenían una visión realista: los cinco panes y los dos peces eran suficientes para ellos; los demás, los que no tienen, que vayan a comprar o vean como se arreglan.

 ¿Cuál es mi mentalidad? ¿Comparto, por el contrario, la visión utópica de Jesús del «denles ustedes de comer»? ¿Creo que la solución está en compartir y no en comprar?
 El relato de la distribución del pan no puede ser sólo cosa del pasado, sin relación con el presente. La gente continúa teniendo hambre. – ¿Trato de fomentar y vivir aquel contexto de compasión y misericordia que lleva a una acogida integradora de quienes se quedan fuera de la mesa compartida?
 El gesto de Jesús recuerda la última Cena. Vida compartida. Expresión de la comunidad cristiana auténtica. Participar en la Eucaristía supone la puesta en práctica del amor mutuo, y la identificación de vida con Jesús. – ¿Trato de hacer lo que Él hizo y vivir como Él vivió siendo «pan» para los demás?
 ¿Qué gestos o palabras de este pasaje me interpelan más? ¿Qué podríamos hacer para que nuestras eucaristías nos impliquen y comprometan más?
 Tiene especial importancia la Eucaristía dominical. Es una celebración de toda la comunidad y es toda ella como un todo. Para mi alimento espiritual se me sirven en la Eucaristía dos mesas: la mesa de la Palabra y la mesa del Pan y el Vino. – ¿Tengo en la misma estima estas dos mesas? ¿Comulgo realmente con la Palabra?
 La comunión la realizo con Cristo, pero la realizo también con todos los que participamos del mismo pan. ¿Siento que la participación en la Eucaristía refuerza la fraternidad en mi parroquia, comunidad o movimiento?
 ¿Tengo claro que acercarse a la Eucaristía en medio de rivalidades, divisiones o competencias es un contrasentido? ¿Que igualmente es un contrasentido celebrarla al margen del sufrimiento de los más empobrecidos? Como dice Pablo: «eso ya no es celebrar la cena del Señor» (1 Cor 11, 21ss).

3. ORACIÓN: ¿Qué me hace decirle a Dios?

Leo o escucho de nuevo en actitud orante la invitación que Jesús me hace también a mí a través de esta escena de la multiplicación de los panes: Lucas 9, 11-17.

– Trato de discernir a qué me siento invitado y doy gracias…
– Dejo que Jesús rompa mis esquemas insolidarios y egoístas…
– Pido que yo no separe la «mesa» de la Eucaristía de la «mesa» de los pobres…

GRACIAS, SEÑOR, porque te has dado como pan y vino
nutriéndonos así con tu amor.
Gracias por hacerte parte de mí, y que yo sea parte de ti.
Gracias porque «formamos un solo cuerpo
todos los que participamos de un mismo pan».
Gracias porque la vida eucarística me lleva
a una vida de entrega y disponibilidad para los demás.
Gracias por tu «cuerpo entregado» y tu «sangre derramada»
para la salvación de todos,
mostrándome el auténtico camino del discipulado misionero.
Gracias por darme tu amor y la capacidad de compartirlo.

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